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Crítica de MegRaven


MegRaven
09 July 2019
Marguerite Duras encontró estos diarios en 1985, así que ya ni recordaba haberlos escrito. Sería entonces cuando vieran la luz, adaptados de numerosas formas hasta la edición que ha llegado a mis manos. Su lectura no tiene desperdicio.

Sus palabras nos sitúan en la Resistencia francesa durante la ocupación Nazi de París. En cuanto a su estructura, se fragmenta en seis relatos complementarios que nos narran diferentes aspectos a los que Marguerite se tuvo que enfrentar en esos años. En el primero de ellos, sin duda un arranque visceral para ésta obra, la encontramos esperando el regreso de su marido de los campos de concentración. Pero ya no hay amor, ha conocido a D. (Los seudónimos o iniciales son bastante habituales en éstos diarios) y aunque desearía poder ser feliz, el vacío de la incertidumbre la corroe. Necesita saber que Robert L. no está muerto, sólo entonces podrá dormir, comer, respirar. Junto a su servicio de indagaciones, perderá parte de su alma en una búsqueda desalentadora cargada de más penurias que consuelos.

Posteriormente, otro de los capítulos más impactantes nos narra cómo Marguerite conoció a Pierre Rabier (Bajo seudónimo), el oficial de la Gestapo que arrestó a su marido. No tienen desperdicio esos encuentros donde ambos temen por su vida, tanto Marguerite que teme ser descubierta como el propio Rabier cuando todo indica que tendrá que huir de Francia si desea sobrevivir tras la derrota. No desaprovecha la ocasión para hacer una crítica política a lo largo de esos años, especialmente contra de Gaulle.

Algunos de estos fragmentos tardaron algún tiempo en ver la luz, como el momento en el que la propia Marguerite (Aunque bajo el seudónimo de Therese) tortura a un hombre hasta sus últimas fuerzas. Circula sobre él el rumor de que es un chivato, que pasa información a la Gestapo, y los miembros de la Resistencia a la que Marguerite pertenece deciden que no pueden dejarlo ir. Finalmente nos habla de su encuentro con Ter el miliciano, un hombre del que, reconoce, pudo ser la inspiración para uno de sus relatos ficticios.

Y es que no todo en "El dolor" son hechos reales, hay dos fragmentos que son extraídos de la inventiva de su autora. Se trata de los últimos, "La ortiga rota" y "Aurélia Paris", un relato sobre una niña judía por el que confiesa sentir debilidad. Anticipándose a cada fragmento hay una pequeña introducción de Marguerite Duras poniéndonos en situación, avanzándolos el contenido de esa etapa.

Su forma de describir el sufrimiento humano es tan admirable como angustiosa. Ver de qué manera unos hombres son capaces de tratar a otros, hasta el punto de no reconocerse. Pero aún duele más comprender que estamos accediendo a los pensamientos de una persona que estuvo ahí, lo vivió, sufrió de hambruna, desprecio, olvido, miseria y una larga espera. Su lectura se hace dura pero me ha parecido de una calidad inmensa.

e ésta edición cabe resaltar el postdata de Clara Janés, que es a su vez la traductora. Nos hace un interesantísimo repaso de la trayectoria de la autora y también ahonda en la publicación de ésta obra, desde su descubrimiento, sus múltiples correcciones hasta el ejemplar que ahora llega a nuestras manos. Confiesa, que la intención de Marguerite al escribirlo fue "No olvidar en qué puede convertirse un hombre, lo que pueden hacerle soportar". En definitiva, no olvidar. Hay horrores que nos gustaría enterrar en el pasado, pero es precisamente ser conscientes de su existencia lo que nos ayuda a evitar que se repitan. La necesidad de conocer nuestra historia es incuestionable. Disfrutaréis incluso si es la primera vez que leéis a ésta autora, porque pese a la crudeza añadida que le confiere ser una autobiografía, su forma de escribir es algo que se disfruta sin reparos. Me ha encantado descubrirla.

El dolor es humano. El dolor es compartido. Sin importar nuestras ideas, todos deberíamos acercarnos al pozo desde el que Marguerite escribió éstos textos para que esos recuerdos jamás se desvanezcan, porque con ella vamos a leer desde la perspectiva de la víctima, pero también como verdugos. Desde luego yo no logro imaginar lo que es pasar por semejante tormento, o hacérselo pasar a otros.

Nadie ejerce una mayor crueldad que el hombre, y lo triste, es que destaque por ser de los pocos en ensañarse con los de su propia especie.
Enlace: http://elcuervodealasrotas.b..
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