La reina se dejó caer extenuada sobre su sillón, exclamando: - ¡Oh, Francia! ¡País de nobles corazones! |
La reina se dejó caer extenuada sobre su sillón, exclamando: - ¡Oh, Francia! ¡País de nobles corazones! |
Mi querido señor de Taverney, deje a los humanos ser imperfectos, no exija a las familias reales que sean las menos imperfectas de las clases humanas; sea tolerante o, mejor dicho, no sea egoísta.
|
Casta de hierro, corazón de acero el de los Taverney. Su hermana y usted son personas terribles, amigos a los que un terminar por odiar.
|
Alegre, ligera, prendida del brazo del hombre más feliz que Dios había bendecido hasta entonces ...
|
¡Dios mío! envíame una idea que me salve. Yo no quiero que él me desprecie. ¡Oh Dios mío!
|
Mañana será el último día de mi vida, o seré un cobarde y demostraré que no he amado nunca.
|
Nada se parece tanto a un hombre enamorado como un conspirador. Los dos utilizan capa, ambos tienen el mismo oído susceptible y la misma incertidumbre en el caminar.
|
La joven, enervada, se confesaba a sí misma que todo en su pasado había sido decepción, error, que contra lo que sostenía el moralista: "la virtud produce la felicidad", era la felicidad lo que conducía indefectiblemente a la virtud.
|
Era un temperamento intrépido, que llevaba el mal hasta el heroísmo y el bien hasta el mal.
|
¿Estoy bien despierta? ¿Es a mí a quien le están ocurriendo todos estos contratiempos?
|
¿Cuál de los siguientes libros fue escrito por Gustave Flaubert?