La Dama de las Camelias

Puede que esta sea una de las mejores historias de amor, –sutil y conmovedora– de todos los tiempos y que aún hoy, casi dos siglos después de su publicación, continúa dejando a sus lectores con el corazón roto. Hecho curioso este porque desde la primera página se nos presenta el trágico desenlace: la joven Marguerite Gautier acaba de fallecer en la más absoluta pobreza y todos sus bienes están siendo subastados. Es en esta subasta donde el narrador de esta historia se encapricha y compra un pequeño libro, “Manon Lescaut”, dedicado por Armand Duval a la joven Marguerite. Precisamente será Armand, enfermo y terriblemente apenado por la muerte de la joven, quien acuda para tratar de recuperar ese libro y comparta con su comprador la apasionada y tortuosa relación que mantuvo con Marguerite.
Apenas unos años antes Armand había llegado a París y, como muchos otros antes que él, se había enamorado perdidamente de Marguerite Gautier, una conocidísima cortesana admirada y temida a partes iguales. Sus amantes mantienen su costoso nivel de vida y, sabiendo que nunca será el único, Armand, totalmente hechizado por su belleza y queriendo cuidar de la frágil salud de la joven, insiste en convertirse en su amante. Comienza así una relación llena de sacrificios: Marguerite deja su vida llena de placeres y lujo, y Armand deja de lado sus celos por el pasado de ella. Pero la hipocresía de la sociedad francesa y los prejuicios establecidos contra una “entretenida” [‘demi-monde'], como se llamaba a estas cortesanas, no concebían que una mujer así pudiera enamorarse o cambiar el rumbo de su vida, quedando proscrita para siempre. Porque “No hay absolución sin penitencia”, como dicen, y la fatalidad se cierne sobre Marguerite, consumida por la tuberculosis y una larga agonía, pero convertida en una mártir que sacrificará su oportunidad de ser feliz por la redención.
¡Qué trágico todo, qué pena tan grande pero que novelón es y será #LaDamaDeLasCamelias!
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La obra es un melodrama romántico, y Margarita Gautier, en el fondo, un ser abnegado; la mujer perdida que se regenera con la renuncia y con la muerte.
La prostitución era excusable si se trataba de un oficio por necesidad o por un deseo de ascender en la escala social.
Así lo veía Dumas. La prostitución era admisible, pero siempre en función de los intereses supremos de la familia. Lo que consideraba inadmisible era el adulterio.
Es un libro que leí cuando estudiaba Letras y pienso que a pesar de que, en otra época, ese moralismo irritaba, la obra tenía y tiene un sentimiento auténtico que la salva.
Es un clásico.