Nunca he oído que los muertos hayan hecho en seis mil años tanto daño como los vivos en un solo día.
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Nunca he oído que los muertos hayan hecho en seis mil años tanto daño como los vivos en un solo día.
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Sólo un hombre que ha sentido la máxima desesperación es capaz de sentir la máxima felicidad. Es necesario haber deseado morir para saber lo bueno que es vivir.
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Siempre he tenido más miedo de una pluma, un frasco de tinta y de una hoja de papel que de una espada o de una pistola
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Lo que caracteriza a las heridas morales es que se disimulan, pero no se cierran nunca. Siempre dolorosas, siempre dispuestas a sangrar al menor contacto, siguen vivas y abiertas en el corazón.
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El corazón se quebranta cuando, tras haberse dilatado sobremanera con la esperanza de tibio aliento, penetra y se encierra en la fría realidad.
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El corazón de la mujer está hecho de tal manera que, por muy árido que lo hagan el soplo de los prejuicios y las exigencias de la etiqueta, hay en él siempre un rincón fértil y risueño: el que Dios ha consagrado al amor materno.
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La desgracia es necesaria para perforar algunos túneles misteriosos escondidos en la inteligencia humana, y para hacer estallar la pólvora, se necesita presión. El cautiverio ha reunido en un solo punto todas mis facultades diluidas acá y allá, se han entrechocado en un espacio reducido y, como usted sabe, del choque de las nubes surge la electricidad, de la electricidad el rayo y del rayo la luz.
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Siempre tuve más miedo a una pluma y a un tintero, que a una espada o a una pistola.
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Los amigos que hemos perdido no reposan en la tierra, están enterrados en nuestro corazón.
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“Jamás pregunta, y que, según mi modo de pensar, las personas que jamás preguntan son las que con más habilidad consuelan”
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Es un poema épico griego compuesto por 24 cantos, atribuido al poeta griego Homero. Narra la vuelta a casa, tras la guerra de Troya, del héroe griego Ulises