Esa forma de caminar debería estar prohibida en esa parte del estado, pensó Pandora viendo cómo se alejaba con paso elegante, lánguido y tan sexy que le provocó una nueva punzada. Era increíble que, con el incesante martilleo que tenía en la cabeza, se fijase de esa manera en un hombre. Pero bueno, no estaba ciega, ni muerta y esas largas piernas enfundadas en los gastados tejanos y la amplia espalda en la que destacaban esos anchos hombros cubiertos por la chaqueta de travesía, no era algo fácil de pasar por alto.