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Crítica de Inquilinas_Netherfield


Inquilinas_Netherfield
02 March 2021
Ya sabéis que soy doña rusos, y que siempre os digo lo mismo: no hace falta que os metáis un tochal de mil páginas entre pecho y espalda para acercaros a estos clásicos. Eran los maestros de la novela corta, y esos mismos autores que siguen fascinando a los lectores hoy en día con obras grandiosas hacían auténticas genialidades en menos de 150 páginas. Os he traído ejemplos de Tolstói, Turguénev, Leskov, Pushkin, Gógol (que, aunque ucraniano, escribía en ruso)... Y hoy os traigo a Fiódor Dostoievski, probablemente el único de mis rusos de cabecera que todavía no había puesto un pie en Netherfield. Noches blancas fue publicada cuando su autor apenas tenía 27 años.

Nuestro narrador es un hombre solitario cuyas únicas amistades son esas personas que se encuentra en sus paseos cada día pero con los que ni siquiera cruza un saludo. Él los considera amigos, los llama así, pero no ha cruzado palabra con ellos. Cuando lo conocemos se lamenta profundamente de que muchas de esas amistades se hayan ido a sus dachas y hayan abandonado Petersburgo, pero volviendo una noche de unos de sus paseos ve a una muchacha joven a la que protege en un apuro. Mientras la acompaña a su casa estrechan su relación de tal manera que deciden encontrarse las noches siguientes para contarse sus vidas, pero la joven (llamada Nástenka) le pone una condición: bajo ningún concepto debe enamorarse de ella. Él accede encantado, ¡ningún problema! Ha encontrado una mujer con la que por fin se atreve a hablar, serán amigos para siempre... ¿en qué cabeza cabe que vaya a enamorarse de ella? (en la de todo el mundo menos en la suya, estaréis pensando... ¿estaréis pensando bien?)

Antes de seguir, por si queréis saber qué es una dacha... son casas pequeñas de veraneo en el campo que el zar "otorgaba o donaba" a las familias de clase media en el siglo XIX. Millones de familias rusas tenían una dacha, y hoy en día siguen formando parte de la tradición del país y es habitual pasar tiempo en ellas.

Supongo que lo primero que debo hacer es aclarar el título, porque sumado a la ilustración de esta edición concreta de Nórdica (que a primera vista y sin contexto parece un paisaje nevado) puede dar lugar a pensar en un libro invernal, y nada más lejos de la realidad. Las noches blancas son un fenómeno natural que se produce durante las fechas próximas al solsticio de verano en regiones polares; el sol no llega a ocultarse por completo y se funde con el amanecer, permaneciendo el cielo iluminado durante casi toda la inexistente noche. En San Peterburgo, ciudad donde transcurre esta novela de Dostoievski, el sol no se pone hasta las diez de la noche y las horas siguientes están iluminadas de manera natural por un cielo crepuscular, evento que a día de hoy se ha convertido en motivo de celebración y fuegos artificiales conocido como Festival de las Noches Blancas.

Todo esto que os explico es muy importante para comprender el contexto de la narración, ya no solo por el hecho de que es una historia estival, no invernal (lo que posibilita tantas horas en la calle sentados o paseando tranquilamente, algo impensable a comienzo de año con sus bajísimas temperaturas) sino para entender cómo es posible que estos dos personajes (recordemos que son un nombre y una mujer solos y prácticamente desconocidos a mediados del siglo XIX) pasen juntos varias noches al aire libre como si nada, a la vista de quien tenga ojos y quiera ver, y es precisamente porque hay luz y desaparece el factor de nocturnidad que daría a estos encuentros un matiz muy distinto y bastante más dudoso moralmente hablando (que la ciudad esté medio desierta también ayuda, claro).

Otro detalle a tener en cuenta. Si estáis pensando en el Dostoievski de Crimen y castigo, Los hermanos Karamázov, El jugador o Humillados y ofendidos, libros que se meten hasta el cuello en la reflexión y el análisis psicológico de los personajes y que reflejan aspectos muy duros de la Rusia zarista del siglo XIX en general y de la propia vida del autor en particular... olvidaos. O bueno, no os olvidéis, porque Noches blancas es eso pero introducido en una Thermomix y mezclado con un poco de ironía algo sarcástica, otro poco de humor un tanto delicado, una pizca de romanticismo ilusorio y un mucho de genio para hablar de lo divino y lo humano en un contexto tan aparentemente sencillo como dos personajes que se reúnen durante tres noches para contarse sus secretos. ¿El resultado? Una obra que sigue poniendo sobre la mesa un análisis profundo de sus personajes pero con una carga emocional más liviana y asumible y un regusto final más... ¿confortable? ¿Amable? Aunque a mí ese final (sin poder entrar en más detalles) me ha dado un poco de rabia, pero yo no soy personaje del libro, conmigo nadie se ha portado mal y por tanto mis sentimientos no tienen mayor importancia (aunque deberían... otro gallo cantaría).

Y estaréis diciendo: "Ya, ya, ¿pero de qué habla el libro, alma de cántaro, que todavía no nos ha dicho nada?". Pues de los sueños, las inseguridades, la soledad, la ilusión, la necesidad de encontrar un alma amiga que nos comprenda y nos acepte tal y como somos, el amor correspondido y el que no lo es, las esperanzas y los miedos, la ceguera voluntaria ante los sentimientos de los demás, el egoísmo innato en el ser humano, la generosidad también innata en (alguno que otro) ser humano... el perdón, la comprensión, la esperanza, el amor que no pide nada a cambio y la generosidad de sentimientos que engrandence a aquellos que ni siquiera son conscientes de poseerla y que muchas veces no ven recompensado su buen corazón.

Sí, todo eso (y mucho más) es Noches blancas. La primera noche se conocen los personajes y la segunda noche conocemos la historia de nuestro narrador, ese hombre sin nombre tan dostoeievskiano que se abre en canal ante el lector; la tercera noche llega la historia de Nástenka y todo comienza a girar a su alrededor (resulta inevitable que todo gire a su alrededor desde el principio, ¿verdad?). Él feliz de compartir esas noches con ella y de haber encontrado al fin una mujer con la que puede y sabe ser él mismo; ella feliz de poder desahogarse al oído de un alma completamente entregada a sus desdichas y pesares; los dos pasando varias noches juntos compartiendo sus cuitas pero dejando volar el corazón en direcciones completamente contrarias. El protagonista llega a la última noche con el alma en vilo y el lector, conociendo como conoce lo que late en su corazón, le acompaña como quien ve venir un descarrilamiento y no puede hacer nada por evitarlo. O a lo mejor el tren vuelve a la vía y tenemos un asombroso giro de los acontecimientos. A saber, yo no digo nada... pero no deis nada por sentado, ni siquiera cuando tengáis el libro entre las manos y os vayáis acercando al final.

No puedo contaros más, el libro no llega a las cien páginas si no se tienen en cuenta las ilustraciones. Hay que acompañar al protagonista y a Nástenka durante las cuatro noches y la mañana en que finaliza la historia para ser testigos de cómo Dostoievski, sea en una novela magistral, desgarradora, compleja y tensa, sea en una novela corta aparentemente ligera y esperanzada, siempre hace eso que se le da tan bien: tejer personajes de carne hueso, reales en sus imperfecciones y creíbles en sus decisiones mal que nos pese. No, no estamos ante una novela excelsa de grandes dramas, debates morales y ética en juego, pero recordad que en los pequeños detalles, en las historias aparentemente humildes, a veces se esconden destellos edificantes de grandísima literatura. Noches blancas deslumbra con muchos de esos destellos, y lo que se cuenta en sus páginas forma parte tan intrínseca de la naturaleza humana que, si cerraséis los ojos e hicieseis un viaje mental en el tiempo, no veríais diferencia alguna con la misma situación en nuestra época. Lo que se cuenta en Noches blancas ha pasado, sigue pasando, seguirá pasando. El ser humano es el único animal que tropieza dos veces con la misma piedra.
Enlace: http://inquilinasnetherfield..
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