Crimen y castigo

Una obra maestra apasionante con un dominio perfecto tanto del ritmo narrativo como de la psicología del personaje principal.

Desde que comencé a leer a Dostoyevski, tuve la sensación de que había encontrado a uno de esos escritores que me acompañarían a lo largo de toda mi vida. Con “Noches blancas” y “Pobre gente”, las flechas del “Cupido literario” me alcanzaron y, tras leer “Crimen y castigo” se quedaron profundamente clavadas en mi corazón, (que espero que no haga añicos alguna de sus otras obras).

“Crimen y castigo” fue publicada en 1866, y no me extraña, en absoluto, que esté considerada como una de las novelas más influyentes del panorama literario universal. Desde las primeras páginas, me sentí completamente atraída por la historia y la puesta en escena de Raskólnikov, uno de los personajes más complejos y angustiados que he conocido.

Tanto el estilo como la estructura del contenido están desarrollados de tal forma que la lectura te atrapa y te afecta. Un ejemplo de ello es el último capítulo de la primera parte, en el que se describe el suceso determinante que marcará el destino del protagonista y que leí con el pulso acelerado y el corazón en la mano.

Además de la gran labor de introspección que lleva a cabo Dostoyevski en cuanto a Raskólnikov, fundamentalmente, y otros personajes secundarios, sobresale el equilibrio narrativo y la gran habilidad y maestría de los diálogos. Dostoyevski nos hace partícipes de la batalla interna que atormenta al protagonista, de sus dudas, sus cuestionamientos, de la eterna dicotomía entre el bien y el mal.
No me cabe duda de que los interrogantes planteados en esta obra, fueron constantes en la vida de Dostoyevski. La pobreza, las adicciones y los abismos que amenazan al ser humano, constituyen las principales preocupaciones del autor, un hombre con una vida turbulenta que tuvo que enfrentarse a numerosas dificultades. ¿Cómo conseguía enfrentar sus propias tormentas internas a través de la literatura, reflejando sus miedos mediante sus personajes, y realizando un retrato tan certero y oscuro de la mente humana?

Leer a Dostoyevski es recibir una sacudida constante, a veces dotada de gran sensibilidad y delicadeza, como ocurre en sus primeras obras. Pero también inundada, en otras ocasiones, de amargura, aflicción y dolor, pero siempre con una puerta abierta a la luz y la esperanza. Leer a Dostoyevski es una aventura que dudo que deje indiferente y que estoy deseando continuar.