Comienza el libro con un joven, Theo Decker, en una habitación de hotel en Ámsterdam sin aclararnos demasiado qué le ha llevado allí. Después nos remontamos a un fatídico día, cuando tenía 13 años, en el que mientras visita el Metropolitan Museum de Nueva York con su madre son víctimas de la explosión causada por un atentado. A partir de ahí, acompañamos a Theo a lo largo de su nueva vida para poder entender cómo llegó a la habitación de hotel del principio. La vida de Theo no será fácil, en parte por las circunstancias y en parte por las decisiones que toma, aunque eso no quita que sea capaz de encontrar personas y lugares que le harán sentir como en casa. Descubrirá muy pronto cómo la familia puede estar formada por personas lejanas, sin apego ni afectos, y cómo un extraño puede convertirse en familia, en personas con confianza y amor ciego en él. Y de fondo, "El jilguero", un cuadro expuesto en el museo el día del atentado que planeará como una sombra en la vida de Theo, como una amenaza, un recordatorio de vulnerabilidad y debilidad. Mientras lo leía no podía evitar la sensación de que le sobran páginas, algunas descripciones e incluso alguna situación poco determinante en la historia. Y al llegar al final me he quedado con una sensación agridulce, no estoy muy convencida de que el desenlace me haya gustado. |