Luis Mateo Díez (n. 1942) es un urdidor de historias, que han recibido el espaldarazo de la crítica española en numerosas ocasiones. La editorial Cátedra ha reunido en un volumen la trilogía ambientada en el territorio imaginario de Celama, formada por las novelas El espíritu del páramo, La ruina del cielo y El oscurecer. Para el escritor español, la memoria, la imaginación y el arte narrativo están unidos de manera indisoluble, gracias a los filandones leoneses a los que asistió de niño, donde aprendió la fascinación por la palabra. La inspiración sentimental del territorio narrativo reside en la memoria de sus vivencias adolescentes e infantiles en su León natal. Un equipaje originario que construyó un mundo narrativo autosuficiente, “donde los espacios dejan de corresponderse con una geografía real para transmutarse en metáforas, símbolos de la condición de personajes que profusamente los pueblan”. Estamos ante obras polifónicas con una estructura principal que alberga a su vez a otras narraciones subordinadas, caso de fábulas o romances, que los personajes “relatan en una constante celebración del contar”. Lo fantástico y lo onírico potencian los sentidos de la trama argumental, en ocasiones añadiendo iluminaciones metafóricas y simbólicas. En este marco, el lector es testigo de una reflexión honda y desolada sobre la condición del ser humano mediante unos personajes perdedores, desamparados, extraviados en la vida solitarios. El espíritu de páramo, fechado en 1996, es la primera obra de esta trilogía de Celama, un ciclo polifónico con diversidad de tonos y registros, incluido la dualidad genérica entre novela y cuento puesto que la mayoría de los capítulos son leyendas y fábulas, que forman parte indisoluble de la unidad total (novela), al tiempo que pueden ser leídos de forma autónoma, como la prosa fractal. Su estructura es una yuxtaposición de historias que conforman en su transcurrir el reino de Celama, aunque en la tercera novela (El oscurecer), una coda final, no suceda esta referida sucesión. Si en El espíritu del páramo, la obertura, es el personaje de Rapano el que desempeña la voz del narrador, mezclándose con las voces de los habitantes de Celama en La ruina del cielo, el obituario, es el médico Ismael Cuende el que desarrolla una función de personaje, narrador y autor implícito. Como sostiene José María Merino, Cuende “es el cauce por el que circula la voz, escuchada o imaginada por él de los más de trescientos personajes que se evocan, con sus vidas, amores, pérdidas […]. Tales voces no suelen surgir directamente de la ficción, sino a través del relato que va haciendo otra voz que les evoca”. Es decir, Cuende es el narrador que proporciona el hilo conductor con el que hilvanar el conjunto de historias de Celama, al mismo tiempo que genera unos hechos como personaje que dan la continuidad argumental necesaria, su mirada es la que unifica todo. Celama es un territorio de la imaginación, no es solo un más allá de la realidad, sino un trasunto que sostiene un universo de referencias plenamente cohesionado, tanto en sus delimitaciones espaciales como en sus rasgos constitutivos. Celama es una fábula del alma, cuando un territorio existe confinado al extenso límite de la condición humana. El lector recorre un territorio del alma en su viaje hacia el olvido. Celama no solo está dotada de una atmósfera neoexpresionista gracias al vigor verbal de Luis Mateo Díez, sino también de un “pedregal oscuro que brilla en la planicie como la roña de un cuerpo enfermo”. Celama habla de la supervivencia de las culturas rurales, encarna una alegoría de la desaparición de cierto mundo campesino durante la segunda mitad del s. XX, significa un modo ancestral de concebir la vida, representa un lugar estancado en un pasado que ya no existe. Celama es una elegía de la desolación, enfatizada por la identificación Celama-frío-muerte. Quién sabe, quizá Celama esté al otro lado del espejo. + Leer más |
El novelista leonés Luis Mateo Díez recibe en Alcalá de Henares el Premio Miguel de Cervantes 2023. El premiado, nacido en el pueblo minero de Villablino hace 82 años, tiene una amplia carrera novelística en la que ha sido dueño de un territorio propio, Celama y las ciudades de sombra. Algunos de sus libros son La fuente de la edad, La ruina del cielo, Los frutos de la niebla o La cabeza en llamas. Desde 2000 es académico de la Real Academia de la Lengua.
Hijo literario de las narraciones orales, de un mundo rural que se desvanece, cinéfilo irredento, Díez ha sido premiado con el Premio Nacional de Narrativa en dos ocasiones y otras dos con el Premio de la Crítica, entre otras muchas distinciones. El Cervantes viene a poner el broche a su premiada carrera.
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