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Me ha llevado más tiempo del que esperaba porque a pesar de que me ha encantado, también he sufrido bastante por el pobre Oliver (no sé si la maternidad tendrá algo que ver) y he preferido alternar su lectura con algo menos intenso. Oliver es un niño huérfano que vive en un mísero orfanato. Cuando consigue salir de él, su vida no mejora y cansado de malvivir, escapa rumbo a Londres. En el camino conocerá al artero Perillán, un ladronzuelo perteneciente a una banda dirigida por el judío Fagin, que le promete techo y comida al llegar a Londres. Oliver, todo bondad y candidez, ignora la clase de personas que le esperarán allí... Sus penurias aún están lejos de acabar. Aunque no es la primera obra que leo de Dickens, el autor no deja de sorprenderme. A pesar de las penurias del pobre Oliver, me he reído mucho también. La denuncia social mediante la ironía y el sarcasmo es magistral. Me ha hecho ilusión reconocer en el personaje de Jack Dawkins, al Perillán en el que se inspiró Terry Pratchett al escribir su libro homónimo. Todo tiene sentido, pues hasta Dickens salía en la historia 😉. Gracias a la traducción de Pólux Hernúndez he podido disfrutar de las diferencias en el habla de los distintos personajes según su clase social que ayudan muchísimo a crear el ambiente, además de las maravillosas descripciones. En cuanto a los personajes, los malos son malísimos y los buenos unos santos, excepto Nancy, mi personaje favorito, porque está lleno de matices y es mucho más complejo. |