Una inmensa multitud se había congregado ya; las ventanas estaban llenas de gente, fumando y jugando a las cartas para pasar el tiempo; la muchedumbre se empujaba, discutiendo y bromeando. Todo era vida y animación, excepto aquel lúgubre montón de objetos que se alzaba en el centro del lugar: el negro tablado, la horca, la cuerda y todo el horrendo aparato de la muerte
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