Los papeles póstumos del Club Pickwick

Siento que hace toda la vida que estoy leyendo esta novela. Me costó muchísimo terminarla, y la fui leyendo de a fragmentos. Pero debo decir que me dio nostalgia cerrarlo y decirle adiós a su memorable galería de personajes.

La novela sigue las peripecias del Pickwick Club, compuesto por Samuel Pickwick, pseudo académico, Augustus Snodgrass, pseudo poeta, Nathaniel Winkle, pseudo deportista, y Tracy Tupman, pseudo galán. Estos cuatro amigos quijotescos emprenden un viaje de indagación y descubrimiento por el sur de Inglaterra, secundados por un infaltable Sancho, que es el entrañable e inolvidable Sam Weller. A medida que van de una ciudad a otra, van teniendo aventuras de todo tipo, desde amores fallidos, la caza de timadores inescrupulosos, una participación forzada en elecciones locales, un juicio y una temporada en la prisión de deudores.

El carácter sumamente episódico de la novela hace que sea difícil seguirla al comienzo, y los muchos personajes aparecen y reaparecen más tarde, por lo cual se me hizo necesario tener un registro. La narración es hilarante, y la pluma de Dickens, como siempre, infalible. Es una primera obra donde vemos el germen de su estilo posterior: la ironía, los juegos de palabras, la forma idiosincrásica de hablar de muchos de sus personajes, la sátira social (aquí dirigida especialmente a la política y la justicia), pero también la compasión que permite conmoverse incluso de los personajes aparentemente antipáticos. Un deleite ver las hermosas ilustraciones de Robert Seymour (que murió en mitad del proyecto) y de Phiz, clásico ilustrador del resto de la obra de Dickens.

Debo reconocer que comencé la lectura de esta gruesa novela (1.000 páginas en letra pequeña en la edición DeBolsillo) con prevención y escepticismo. Me daba mucha pereza. Pero me propuse iniciar la lectura animado por el prestigio de Dickens y por su sentido del humor. Decidí abandonarla si me aburría mortalmente o se me caía de las manos, valga la redundancia. al principio me costó un poco entrar, pero poco a poco fueron conquistándome sobre todo los personajes de Samuel Pickwick y su criado Samuel Weller. Ayuda mucho la excelente traducción de José María Valverde. He encontrado un tono cervantino en este libro. Los títulos de los capítulos lo demuestran y el tono general bienhumorado de la obra. También es cervantina la incorporación de narraciones orales, casi pequeñas novelitas independientes. Parece claro que Dickens leyó El Quijote. La novela sigue las peripecias de Pickwick, su criado y sus tres amigos y está salpicada de momentos hilarantes y de otros de un humor más dudoso. Creo que es recomendable leerla en pequeños tragos (dos o tres capítulos diarios como máximo). No es una historia convencional sino más bien un relato episódico lleno de momentos chuscos y de personajes grotescos.
Hay veces que me veo tentado a dejarlo, que el libraco se me cae de las manos, capítulos que no les encuentro interés ni gracia alguna (ejemplo el capítulo navideño XXVIII, que, aunque bienhumorado como dice su título, me ha aburrido soberanamente). Pero siempre da una de cal y una de arena. Muy poco después del citado capítulo se intercala el relato del salchichero contado por Sam (el criado de Pickwick), que es una muestra de humor negro descacharrante. El tono irónico es constante en el libro (llama "conmovedor incidente de la vida privada" al citado relato).
Hay capítulos antológicos, como el del juicio (capítulo 34), que anticipa "Casa desolada". El retrato de la justicia inglesa de la época no puede ser más sarcástico. La prisión por deudas ya aparece en esta primera novela dickensiana, dedicándole varios capítulos a la prisión de Fleet Street y describiéndonos las costumbres y abusos que ocurrían en esta prisión. Dickens aprovecha para denunciar esta lacra social, entonces vigente.
Merece sin duda la pena dedicar unas cuantas horas de nuestra vida a leer esta magnífica novela.

El protagonista, Samuel Pickwick es el fundador de una sociedad que se ha impuesto el propósito de estudiar a fondo la naturaleza humana. Para recoger datos, el señor Pickwick junto a sus amigos y miembros del club Nathaniel Winkle, Augustus Snodgrass y Tracy Tupman, recorrerán la Inglaterra victoriana conociendo y reseñando costumbres. Vivirán (y nosotros con ellos) divertidas aventuras por la campiña inglesa o las calles de Londres, se encontrarán con personajes entrañables, tiernos, extravagantes o cómicos...se verán envueltos en tramas románticas, criminales, tristes, legales y alegres que Dickens va entrelazando. Otro protagonista notable de la novela es Sam Weller, el criado de Pickwik, que apareció como un personaje secundario, pero ganó protagonismo por su ingenio, uando aparece en la narración es una delicia.
Este libro es un fresco caricaturesco de la Inglaterra victoriana, en el que tenemos aseguradas las risas; algo que no hubiera pensado antes de leerlo.

Cuatro amigos muy ociosos forman un club. A partir de allí, realizan viajes, tienen aventuras, se encuentran con los más variados personajes y se alojan en una gran cantidad de posadas. La estructura episódica y bastante repetitiva así que puede aburrir, pero no me pasó.
A lo largo de la lectura descubrí la admiración del autor por Cervantes y especialmente por El Quijote que se ve, además de la esturcturación, en los subtítulos de cada capítulo, en la personalidad y la relación entre el señor Pickic y su criado Sam Weller.

A pesar de ser su primera novela nos encontramos con la mayoría de las características de la pluma de Dickens: su humor y su ironía, así como también su crítica social en este caso dirigida fundamentalmente a los médicos, las viudas, los abogados y el sistema justicia.

al principio solo me tenía enganchada lo divertido de las situaciones a las que se someten (o dan origen) los pickwickianos, a medida que la lectura avanzó me fui encariñando con los personajes y me costó soltarlos en la última página.

No es el mejor libro del autor, ni será mi favorito pero lo disfruté. Es que hasta la lista del súper escribe bien Dickens.

Dickens comienza su carrera por la puerta grande, al menos en número de páginas, con Los papeles póstumos del club Pickwick. Digo esto porque sí, hay momentos muy divertidos; sí, este hombre era un genio; sí, los genios nacen aunque después se vayan puliendo, pero aquí el diamante es tan bruto que a veces cuesta reconocer lo que tienes entre manos: una estructura terriblemente repetitiva (acabas sintiéndote como en El día de la marmota); un hilo conductor que no conduce mucho (poco más bien); unos personajes principales que, más allá de Sam Weller, te provocan algún que otro pse y un final nada interesante.
¿Tiene momentos buenos? Sí, claro.
¿Le sobran páginas? Muchas.