Charles, tenemos que hablar. Fue un poco por presión social que me acerque a ti deslumbrado por tu fama de gran escritor. al principio todo parecía ir bien, eras ameno, ingenioso, tenías tu pizquita de sarcasmo... pero yo necesito algo más, Charles. Que te quede claro que no eres tú, soy yo. Simplemente, no quiero lo mismo que tú y terminaremos haciéndonos daño. Mejor nos damos unos años, o lustros o decenios, no hay prisa, para pensar lo nuestro, sin ataduras, leyendo a otros autores, escribiendo para otros lectores, y quizás llegue ese día en que recordemos con cariño todos estos momentos que hemos pasado juntos. Lo intenté, Charles, bien lo sabes. Empecé la relación con Grandes esperanzas y hasta me dejé llevar hasta esta tu Casa desolada. 900 páginas de casa, Charles. Pero me puede tu moralismo, tu maniqueísmo simplista, la gran desconfianza que como lector siempre me has tenido: te pasas de explícito, Charles, subrayas todo tres veces y, de verdad, no hace falta, eres lo suficientemente claro la primera vez que dices las cosas. Tú no me necesitas, siempre has sido muy tuyo, muy transparente, quizás demasiado. En estas relaciones nunca viene mal un poco de misterio y a ti se te ve a la legua, Charles, a ti y a todos tus amigotes, tan de una pieza la mayoría de ellos. Y no es que no me haya divertido esa visión infantil del talludito simplicísimus Skimpole (con lo que siempre hay de transgresor en esas criaturas cándidas), o la mirada siempre presta a turbarse con la menor corriente de aire, sobre todo si es de levante, del depresivo Jarndyce, con la perspectiva aristocrática del rentista-no-he-dado-un-palo-al-agua-en-mi-vida Dedlock que aguanta con resignación y paternalismo a esos seres de especies claramente inferiores nacidos para servirle, o la moralísima y controladora pata Pardiggle y sus horrorosos patitos… En fin, para qué seguir, no es solo diversión lo que busco, Charles. Te mereces a alguien mejor que yo, a alguien que desee dar el siguiente paso hacia otro de tus libros, yo me veo incapaz. Estoy seguro de que te irá bien, tú te lo mereces todo. Adiós, Charles. + Leer más |
El ciclo de encuentros El pecado de leer llega a su cuarta edición con la propuesta de explorar a través de la lectura muchas de las circunstancias, situaciones o sustancias que hacen que nuestra mente se desordene. Los estados alterados, realidades alternativas, percepciones desmesuradas —en ocasiones entendidas como estados de locura—, nos muestran una realidad otra en la que nosotros somos otros también. Novelistas, poetas, ensayistas y periodistas, todos ellos lectores, compartirán con nosotros sus lecturas del catálogo de El libro de bolsillo de Alianza Editorial y nos contarán cuál es el estado alterado que encuentran en los libros. Porque hay otros mundos, y están todos en este.
5 ciudades, 4 estados alterados,
45 libros y un secreto
Pánico, euforia, alucinación y enamoramiento.
En cada encuentro, dos invitados y un moderador hablarán sobre uno de los estados alterados a través de los libros de bolsillo de Alianza Editorial.
Comisaria del ciclo:
Giselle Etcheverry Walker
Pánico
Martes 27 febrero 2024
19.00 h
Librería Gil
Calle Hernán Cortés, 23
39003, Santander
Invitados:
Rafael Manrique, psiquiatra y ensayista, hablará sobre: El Dr. Jekyll y Mr. Hyde, de R.L. Stevenso y Maestros antiguos, de Thomas Bernhard
Cristina Sánchez-Andrade, escritora, hablará sobre: El dolor, de Marguerite Duras y Juan Belmonte, matador de toros, de Manuel Chaves Nogales
Introduce y modera: Guillermo Balbona, crítico de cine y poeta
Otros títulos sobre el pánico:
El caso de Charles Dexter Ward, de H.P. Lovecraft
Cuentos 1, de E. A. Poe
La isla del Dr. Moreau, de H.G. Wells
Cuentos negros, de Ambrose Bierce
El guardavía y otros cuentos de miedo,de Charles Dickens
Drácula, de Bram Stoker