Historia de dos ciudades

Al pasar la última hoja de un libro de Dickens, mi imaginación y mi corazón siempre lo extrañan. Mi alma suspira y declama a viva voz, ¡qué grandioso eres, Señor Dickens!

Su prosa para mi es perfecta, descripciones justas y aunque es muy, pero muy adornada y llena de demasiados adjetivos, sacia mi sed por las palabras y la belleza que las acompaña.

Este libro es la historia del estallido de la Revolución Francesa, de la conmoción interior, de la caída del Rey y de cómo todo esto afecta las relaciones exteriores con la otra gran potencia, Inglaterra.

Es la historia de un hombre, un encierro, un destierro y el retorno a la civilización.

Es la historia de una familia que se forma en la adversidad y florece, pero que la adversidad termina alcanzando y destruyendo.

Es una historia de amor, de esperanza y de ternura, pero también de desamor, de dolor, de tristeza y de muerte.

Es una historia Dickensiana donde la ventura y la tragedia se presentan en su justa medida.

Pasan muchas cosas en el exterior, en las ciudades, pero son más las que se mueven en el interior de los personajes, aquellos que luchan con todas sus armas contra sus raíces y tratando de reconciliarse con el pasado, pero también buscando entender su presente y añorando un futuro cuyo panorama siempre está cubierto por el manto de la oscuridad.

Dickens siempre me abraza con sus palabras y el amor que sus personajes profesan, aun cuando la muerte se siente en la mesa con ellos, logra reconfortar mi ansiosa alma; así que, sí, Dickens siempre es un sí.

Posdata: es posible que, si estás en una cárcel, crees algo que te sirva de escape para el encierro y el dolor, pero el peligro llega después, porque ese escape que creaste se puede convertir en una cárcel.