Y quiero decirte que, sin importar nada, estoy aquí y tú estás aquí y estamos juntas.
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Y quiero decirte que, sin importar nada, estoy aquí y tú estás aquí y estamos juntas.
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-Tengan cuidado con aquéllos de corazón roto dijo la abuela , porque las llevarán por mal camino. […] -¿Qué no todos tenemos el corazón roto? |
Encogió su alma, la empequeñeció lo más que pudo y la arrinconó a un lado, para ocultarla.
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—Es una especie de milagro —dijo. —No existen los milagros —dijo Ruthie—. Sólo es un gato. Eso es lo que hacen ellos. |
¿Cuánto tiempo debería esperar uno, y cuándo uno debería dejar de hacerlo?
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Sentía su alma. Es una chispa diminuta en algún lugar muy dentro de ella. Resplandecía. |
—Quiero decirte algo. —De acuerdo —dijo Raymie. —Me alegro mucho de haberte conocido —dijo Louisiana. —Yo también me alegro de conocerte —dijo Raymie. —Y quiero decirte que, pase lo que pase, estoy aquí y tú estás aquí y estamos juntas. |
Se le ocurrió pensar que en realidad nadie sabía el motivo por el cual las demás personas estaban tristes, y eso le pareció terrible.
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—Creo que tiene el corazón roto —dijo Louisiana. Raymie sintió que su alma se encogía aún más. —Tened cuidado con aquéllos de corazón roto —dijo la abuela—, porque os llevarán por mal camino. Afuera comenzó a llover más fuerte. —Pero somos todos, ¿verdad, Abu? —dijo Louisiana haciéndose oír por encima del ruido de la lluvia—. ¿Acaso no tenemos todos el corazón roto? |
Louisiana le sonrió a Raymie. Era una sonrisa hermosa. Y por un momento, Louisiana parecía casi un ángel, con su vestido rosa y el cielo azul encendido detrás de ella y todos sus broches brillando.
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La guerra del fin...