... si hemos de morir, hacerlo con dignidad, que hay que ver el bochorno que pasé el día que Valen te pilló con la malla haciendo la compra, de desear que me tragase la tierra, fíjate.
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... si hemos de morir, hacerlo con dignidad, que hay que ver el bochorno que pasé el día que Valen te pilló con la malla haciendo la compra, de desear que me tragase la tierra, fíjate.
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... y si alguno decía, "¿pero tú no aplaudes, Eduardo?", él, enseñaba la corbata negra y sus amigos lo comprendían muy bien, ¿qué te crees?, "Eduardo no puede aplaudir porque está de luto", decían, y todos conformes, a ver, para eso es el luto, botarate, para eso y para que lo vean los demás, que los demás sepan, con solo mirarte, que has tenido una desgracia muy grande en la familia, ¿comprendes?...
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La gente de la cáscara amarga, por la cuenta que le tiene, es muy aficionada a sacar frases y a pulirlas como a los dorados, que hay quien se alimenta de frases como yo digo, qué aburrimiento.
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... pero lo que desde luego te anticipo, es que no se pueden comparar. Una Monarquía es otra cosa, la República, qué sé yo, es como más ordinaria, no lo niegues, que yo recuerdo cuando se implantó, desarrapados y borrachos por todas partes, un asquito, hijo, que yo cada día comprendo más a papá, te lo aseguro, Mario, su ceguera por el rey.
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... lo mismo que lo de Menchu con los estudios, a la niña no la tiran los libros y yo la alabo el gusto, porque en definitiva, ¿para qué va a estudiar una mujer, Mario, si puede saberse? ¿Qué saca en limpio con ello, dime? Hacerse un marimacho, ni más ni menos, que una chica universitaria es una chica sin femineidad, no le des más vueltas, que para mí una chica que estudia es una chica sin sexy, no es lo suyo, convéncete. |
Carmen se inclinaba, primero del lado izquierdo y, luego del lado derecho y besuqueaba sin el menor fervor, rutinariamente. "Gracias, mona, te lo agradezco en el alma".
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Y Carmen experimentaba una oronda vanidad del muerto, como si lo hubiese fabricado con sus propias manos. Como Mario, ninguno; era su muerto, ella misma lo había manufacturado.
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Y las dos mujeres cruzaban las cabezas, primero del lado izquierdo, luego, del lado derecho, y besaban, al aire, al vacío, tal vez a algún cabello suelto, de manera que ambas sintieran el efluvio de los besos, pero no su calor.
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No es que yo vaya a decir ahora que tú hayas sido una cabeza loca, cariño, solo faltaría, que no quiero ser injusta, pero tampoco podría la manos en el fuego, ya ves.
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Y ahora que comienzan las complicaciones, zas, adiós muy buenas, como la primera noche, ¿recuerdas? Te vas y me dejas sola, tirando del carro
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Es un poema épico griego compuesto por 24 cantos, atribuido al poeta griego Homero. Narra la vuelta a casa, tras la guerra de Troya, del héroe griego Ulises