Mario Díez ha muerto sin llegar a los cincuenta, dejando cinco hijos y una viuda, Carmen Sotillo, Menchu. Tras el revuelo de gente yendo y viniendo, dando el pésame y mostrando su estupefacción por lo sucedido, llega la noche.
En la intimidad y quietud que ésta proporciona, Menchu verá la oportunidad de contarle a Mario todo lo que no pudo mientras estaba vivo. Un soliloquio cargado de emoción, de reproches que poco a poco van derivando en una inesperada confesión.
De verdad que tenía y sigo teniendo mis dudas de cómo enfrentarme a esta reseña. Puesto que no creo que nunca sea capaz de hacerle justicia, había pensado reducirla a un párrafo, en el que básicamente deje claro que esta obra de Delibes me parece una absoluta genialidad. Intentaré ser breve, pero no prometo nada, sino, quedáos con estas líneas.
Lo más curioso es que ha sido una relectura para mí, pero hace tantos años que me adentré en esta historia (también mediante la magnífica adaptación a teatro de
Lola Herrera), que, aunque recuerdo que me gustó, seguramente no contaba con el bagaje lector necesario para apreciarla en su justa medida. Y de esta manera, se ha posicionado, sin lugar a dudas, como mi novela favorita del autor.
Se explica en una extensa introducción que incluye está edición (que por supuesto recomiendo leer tras la lectura de la novela) cómo Delibes comenzó a escribir está historia narrativamente muy diferente a cómo finalmente consideró más oportuno, tanto para aportar mayor verosimilitud como para esquivar a la censura: "... la censura puede llegar a forzar la imaginación y de esta forma permitir que se descubran nuevas fórmulas de expresión."
Y es que gran parte del mérito de esta novela se encuentra, efectivamente, en la estructura de la misma, que, por intentar hacer un símil, se me asemeja a la caída en círculos de una pelota por las paredes de un embudo, volviendo continuamente a los mismos temas, hasta su caída por el agujero, cuando se revela la confusión de Menchu.
Con la contraposición de dos personajes, marido y mujer, tan diferentes, ella una ama de casa ultra religiosa reaccionaria, racista, machista, clasista, hipócrita e insatisfecha afectiva y sexualmente, él, catedrático de instituto y escritor, practicante de un catolicismo más laxo, intelectual, progresista, sensible, feminista, solidario y austero (álter ego del escritor), Delibes elabora una magistral analogía de "las dos Españas" que resultaron de la Guerra Civil.
Una sociedad, como el matrimonio entre Mario y Menchú, instalada desde hace años en la total incomunicación y en el reproche mutuo, en resaltar lo que les diferencia e incapaz de ver lo que los une.
Y se riza el rizo cuando, pese al perfil tan desagradable que se dibuja de Menchu, en primera persona además, ya que es la principal narradora (poco fiable) de la novela, terminas el relato dándote cuenta de que has empatizado en cierta manera con ella, y que es básicamente el producto de la férrea educación recibida y de una asfixiante sociedad preocupada por las apariencias.
