Voy a hablar de Sarah

Cuando vi Voy a hablar de Sarah entre las novedades literarias, me dije que tenía que leerla. Su portada no es de las que me atraen, pues son del tipo que solían usarse con frecuencia en libros que abordan una relación lésbica. Demasiado manido. Pero eso del amor fou o amor loco al que hacía referencia su sinopsis y el hecho de que fuera escrito por una autora francesa que ha logrado con ella el reconocimiento del público y de la crítica internacional (a punto estuvo de ganar el Goncourt), me convenció para comprarla y leerla este verano.

Y la experiencia ha sido sorprendente y maravillosa. Me ha encantado. No tanto por la historia en sí, pues su narradora nos habla sobre su relación con Sarah, una joven violinista con quien vivió una pasión devoradora y destructiva (tóxica), sino por el extraordinario modo en que describe, sin filtro ni artificio y con una cadencia lírica inusitada en una autora novel, los sentimientos que la golpearon y la dejaron a merced de un mar embravecido en mitad de una tormenta. Así es Sarah.

Mis padres son amantes de la música clásica y la ópera, y ese amor me lo han inculcado desde pequeña. Lo que en el pasado veía casi como una obligación, se ha convertido en un verdadero placer viajar hoy a Viena, Verona, Milán o cualquier otra ciudad europea con el objetivo de asistir a tal o cual ópera y, de paso, hacer algo de turismo. Y desde mi punto de vista, Voy a hablar de Sarah recuerda en la estructura, en su desarrollo y desenlace, y en esa musicalidad que destila su prosa, los dramas, amores imposibles y muerte escenificados en las representaciones de las óperas verdianas.

Voy a hablar de Sarah empieza in media res anunciando la enfermedad de Sarah y un final que parece inevitable… Y subrayo “parece”.

Y como la sempiterna Traviata, la trama de esta novela se divide en dos actos bien diferenciados. En el primero, la narradora, cuyo nombre no se menciona en ningún momento, conoce a Sarah, una joven luminosa, divertida, ruidosa «y que está viva», en una fiesta con amigos, tras la cual no puede pensar en otra cosa que no sea ella. La relación surge, vibrante y apasionada.

De los dos personajes, a quien verdaderamente llegamos a conocer es a Sarah, vista desde la perspectiva de la otra mujer que hace de narradora. Sarah se nos presenta como una violinista fantasiosa, escandalosa y apabullante. La narradora se deja llevar por la locura de esta mujer inestable, inconstante y caprichosa, y entra así en una relación de dependencia insana, marcada por los viajes que realiza Sarah por todo el mundo con su cuarteto. Y con ellas recorremos numerosas ciudades, tomamos innumerables trenes y visitamos teatros, cines y restaurantes.

En esta primera parte aparecen numerosas referencias musicales, cinéfilas o de obras teatrales. No es algo baladí, porque cada una de ellas refleja el estado en que se encuentra la relación en ese momento.

Y tras la pasión exultante, llega la ruptura repentina por parte de Sarah. Y la imagen que la narradora tenía de Sarah cambia. Lo que antes era belleza y misterio, se torna en fealdad y oscuridad. Así entramos en el segundo acto, oscuro, desgarrador y desconcertante.

Cada parte en que se estructura la novela está a su vez dividida en capítulos cortos. Y lo que me parece más sorprendente es el ritmo que ha conseguido imprimir esta autora novel a lo largo de la trama. En la primera parte, llegué a sentir esa urgencia por verse, el deseo, la pasión que devora a la narradora y que la arrastra a una vorágine que escapa de su control. En la segunda parte, el ritmo disminuye, y lo agradecí hasta que sentí su desasosiego, incluso la opresión en el pecho y el dolor palpitante; capítulos donde no estaba segura de nada y durante los cuales me preguntaba por la lucidez de la narradora a quien había acompañado a lo largo de la historia. Una intensidad dramática que conjuga en perfecto equilibrio con la exaltación de la pasión.

Aunque se trata de un amor lésbico, lo maravilloso es que nunca se presenta como un amor diferente al de los demás. Sarah y su amante son solo dos personas que se aman. Una elección sorprendente de una editorial francesa tan conocida como Les Éditions de Minuit, pero loable, ya que permite dar una notoriedad significativa a una homosexualidad poco abordada por las editoriales generalistas. También permite visibilizar la relación entre mujeres con carrera profesional e hijos.

Voy a hablar de Sarah es una lectura intensa, íntima y sorprendente, de las que no se olvidan.
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Sugerente portada para presentar una novela cuya historia se ha definido como «una obsesión erótica». Creo que fueron estas palabras las que me animaron con la lectura; además del hecho de que todo estuviera concentrado en 176 páginas. Esto me intrigaba. ¿Qué tendría que contarme de Sarah?

Es un libro corto, que se lee rápido, en el que la narradora nos habla de Sarah, así de simple, nos habla del amor de su vida y de cómo Sarah irrumpe cambiándolo todo, y a través de ella, de cómo la ve y de cómo la siente, sobre todo, vamos haciéndonos un dibujo de Sarah que en sí es la protagonista de la historia sin tener voz.

Capítulos muy cortos, texto muy, muy directo, y muy personal e íntimo, es casi como si fuese un cuaderno en el que alguien ha tenido la necesidad de vomitar una historia, de transmitir y de describir, a través de momentos, intensas sensaciones y sentimientos inconfesables; de esta manera, vamos siendo testigos de esa especial y explosiva relación que crece entre ellas sin pretenderlo y que hace que todo cambie y que haga del amor algo muy especial; pasamos de una vida apagada a vivir.

Habla de sus defectos, de sus virtudes, de lo que la define, de lo que hace, de cómo es su cuerpo, de lo que le gusta hacer al llegar a casa. Es tan personal que no sabes si leer en voz baja.

Es un viaje a través del tiempo, dividido en estaciones en el mismo texto, hasta llegar de nuevo a ese primer capítulo de comienzo que es su triste presente y del que descubriremos su final. Pasa por las estaciones, por los meses, por momentos, va avanzando. Imaginaos que alguien nos está contando, resumiendo mucho, una relación y lo que eso supuso; pasa por cosas malas y cosas buenas, pero de una manera fluida. Lo maravilloso no es saber lo qué ha ocurrido sino sentir lo que ella ha sentido mientras eso ocurría.

Habla del amor, del dolor del amor, de la pasión, de lo mejor y lo peor de una relación, de las personas, de lo que cambiamos, de lo que nos cambia, de ella, de Sarah... me ha parecido estar en una montaña rusa narrada como una montaña rusa. Sé que parece obvio, pero no lo es tanto: es esa sensación de subir y bajar, y volver a subir para caer casi en picado, conseguida a través de un texto que hace justo eso, sube y baja.

La segunda parte, más desconcertante y quizás más rápida, la he leído casi como si estuviera en una carrera de fondo, totalmente desubicada, en línea con lo que transmitía la narradora; yo quería avanzar para saber realmente hacia dónde me llevaba la historia, y todo estaba rodeado de angustia, de no saber, acrecentando la sensación de recuerdo; ha sido como una penitencia, como una huida y a la vez como una vuelta a todo para darle sentido.

Narrativamente, con poco, la autora consigue transmitir mucho. Perfila muy bien el personaje de ella, de la narradora, a través de lo que nos cuenta de Sarah. Todo de lo que habla es subjetivo y, por tanto, es una realidad sesgada, porque solo la escuchamos a ella. Además, añadimos a todo esto que la autora nos sitúa en un ambiente a veces caótico y asfixiante, casi como es Sarah, como un sunami que aparece y arrastra a todo y a todos. Pero, yo no he podido preguntarme, ¿es realmente Sarah así o es como ella lo ve? ¿Puede ser tóxico el amor de tu vida? ¿Quién es mala para quién? ¿Quién corta las alas a quién? ¿Puede doler tanto que necesites alejarte pero no quieras hacerlo porque es el amor de tu vida?

Ha sido todo un descubrimiento. Estoy muy contenta de haberme animado con esta historia, de la que no había oído hablar. Por cierto, la he leído con mi suscripción gratuita de quince días a Nubico, por si os apetece probarlo.


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La pasión desmedida es una de las mejores experiencias que puede vivir el ser humano. Nadie debería abandonar este mundo sin haberla experimentado al menos una vez. Pero los que sepan de lo que hablo entenderán que esa pasión también duele. Que se lleva todo lo demás y se expande en tu cabeza, en tu estómago, en tu corazón. Coloniza cada una de tus células, te deja sin oxígeno.
Entregarse a esa pasión implica alejarse de la realidad. Idealizar, perdonar, obsesionarse. Levantarse cada día con un único pensamiento y arrastrarlo a través del absurdo que es la realidad que habías creado. Porque tú tenías una rutina, un espacio, unas obligaciones que cumplir y una calma que, aunque efímera, te permitía SER. Ahora solo tienes alguien en quien volcar todos tus miedos, tus esperanzas. Alguien que te lo da todo y al momento te lo quita. Es difícil asumir que la paz se fue y que jamás regresará.
Podría aludir a que, en este libro, esa locura se desata entre dos mujeres; podría asegurar que ese dato es importante. Pero, en este caso, no lo es. Y no lo es por la sencilla razón de que la pasión con mayúsculas no entiende de nada que no sea el hecho de sentirse vivo. Y creer, al mismo tiempo, que vas a morir de amor.

Se trata de una novela a la que le tenía muchas ganas, una novela llena de impulsos y con alta intensidad emocional en cada una de sus páginas.
Tiene una primera parte donde conocemos a la protagonista de la obra, la cual lleva una vida monótona y casualmente, en una cena en noche veja acompañada de sus amigas, coincide con Sarah, una reconocida violonchelista. A partir de aquí, su vida da un giro inesperado.
En la primera parte de la novela conocemos los encuentros de la protagonista con Sarah y su progresivo enamoramiento. Contada con una prosa totalmente poética, nos relata la fusión carnal y erótica de ambas mujeres con altas dosis de pasión.
Existe tal intensidad en sus encuentros que la protagonista llega a obsesionarse completamente por Sarah de tal forma que su mundo solo gira en torno a ella, llegando a convertirse en una adicción, dependiendo completamente la una de la otra.
Sarah pasa su vida viajando, entre aeropuertos y salas de conciertos de todo el mundo, y el poco tiempo que le sobra intenta por todos los medios pasarlos con su enamorada, no llevando fácilmente esta distancia que normalmente las separan, y al mínimo encuentro, lo comparten con gran intensidad.
Llega a ser tan adictiva la dependencia de ambas mujeres que llega un punto que comienza a ser una relación tóxica. Y como símil al ying y el yang, toda la pasión y amor que existe, se convierte también en todo lo contrario, a la mínima brecha, todo estalla. Así conocemos en la segunda parte de la novela el gran dolor de la protagonista, llegando a tener una alta depresión y momentos de locura.

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