ro al peso que soportan la an las madres del parque, que es Me refien mactho cho ayor qu el de las montafias de abrigos. El «dentro de haremos una comida ritivamente Os iremos a casa, har madia ibrada, recogeremos la m la cena, reco os la mesa, cuidaremos de los niños, prepa- recogeremos la mesa, cuidaremos de los nifños. Remos la casa, dejaremos. la ropa conjuntada lista para ma- nageremos la hana, daremos un beso a nuestros maridos, con quienes se supone do el cincuenta por ciento de las tareas del QUe habre remos compartido idaremos de los niños, nos meteremos en la cama nos baremos durante media a hora, nos dormiremos, nos levan- masturba mas. nos ducharemos, nos dirigiremos hacia ese lugar de tra- arem in que nos dignifica, volveremoS a casa, cuidaremos de los niños rE80 SErá todo, desde ahora hasta que nos muramos». Este pensamiento me deja tan deprimida que cuando vuelvo h realidad me doy cuenta de que hace mucho rato que no veo a Pequeho. Me levanto de un salto haciendo caer mi taza de café, que esparce su contenido sobre mi chaqueta, y corro por el sando flemas. Al cabo de un rato, que me parece afños, lo veo teando de subir por la pendiente del tobogán de tubo. Vuelvo Parque gritando su nombre, desgañitándome, tosiendo, expul- dne en el banco, ijunto a Kat, secándome la mancha de On un pañuelo de papel usado y sucio. gO, respondiéndome a mí misma, que a veces es mejor Le digo, QUe sea as. ue, efectivamente eso sea todo.
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