De repente los dos fueron conscientes de su cercanía. Sus brazos se tocaban y sus ojos estaban presos del otro. Fue un acto natural, casi instintivo. Evan se inclinó y posó sus labios sobre los de Julia como si fuese lo único que podía hacer.
Pero algo ocurrió, algo mágico y estremecedor, que hizo que Julia se levantase y lo mirase de un modo intenso, casi salvaje. Él se levantó también y acarició sus labios con el pulgar sin apartar la mirada. Sus ojos le dijeron que también lo había sentido y se lanzó de nuevo contra su boca, hambriento de su sabor.