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Crítica de MarioG17


MarioG17
01 May 2020
“Llevaba cinco meses como director y sentía que había envejecido cinco años”, asegura David Jiménez (Barcelona, 1971), quien fuera director de El Mundo entre 2015 y 2016, en este libro, donde recoge su experiencia como dirigente de uno de los periódicos más importantes de España. Él mismo dice en la solapa que lugares como Corea del Norte o Afganistán son más seguros que la redacción de un periódico. Por cosas como esta: “En otros oficios existe rivalidad: en un diario es depredación y supervivencia”.

Narrado en primera persona, Jiménez nos presenta en este libro la situación del medio a su llegada. Iba a suceder a Casimiro García-Abadillo que, a su vez, había sucedido a Pedro J. Ramírez, uno de los fundadores del periódico. Era, por tanto, el tercer director en pocos meses que pasaba por el periódico, y su función era la de estabilizar la situación, siempre en consonancia con las órdenes que le llegaran de arriba. Sin embargo, Jiménez se mostró desde el primer momento como un periodista con principios, y por eso tan solo duró un año.

Este libro está repleto de nombres en clave de algunas personalidades del medio, cuyos nombres reales prefiere preservar Jiménez. Hay que hacerse un glosario de nombres para no confundirse, por lo numerosos que son.

Jiménez también habla brevemente del nacimiento del periódico. Cuando llegó a él, había avezados en el oficio —y en el medio— que le dijeron que no sabía dónde se metía y que se daría cuenta del ambiente político y empresarial que había allí. Según Jiménez, El Mundo fue “el diario más valiente de la democracia”.

Aunque use algunos seudónimos, a otros periodistas los nombra con claridad, como es el caso de Manuel Jabois o David Gistau —este último fallecido en febrero de 2020—, así como otros que aparentemente se mostraron fieles al periodismo en su andadura en El Mundo.

Cabe destacar que envejecen pronto algunas de las cosas que dice el libro. Por ejemplo, habla de Pedro Sánchez como líder de un partido “en decadencia” y, sin embargo, ahora gobierna, y por otro lado habla de Albert Rivera, ese político que venía a renovar la política y que ya ni siquiera es líder de Ciudadanos.

Entre anécdotas con políticos y malos tragos de periodismo, Jiménez mueve al lector por los entresijos del poder y el periodismo en una maquinaria que se nos escapa al grueso de la población. “En política el fuego más letal es siempre amigo”, dice. Además, su época como director de El Mundo coincidió con la repetición de elecciones en la que finalmente consiguió ser investido presidente Mariano Rajoy, lo que le añade jugo a su situación como encargado de un gran medio. Aquí también nos habla de Villarejo, que ha estado tan de actualidad últimamente en las noticias, de la independencia de Cataluña o del nacimiento de PAPEL, el suplemento de El Mundo.

Lo que no cesa de verse en este volumen son críticas y avisos constantes desde las instancias superiores. Pero Jiménez resiste los envites. de hecho, habla de sí mismo como un mesías del periodismo contemporáneo. Teniendo en cuenta que buscó en todo momento —según él— la independencia y la mayor objetividad posible —aunque esta no existe— para su diario, así podría ser considerado. Luego estaban Los Acuerdos, un trato tácito para mantener silencio acerca de las noticias negativas sobre las empresas que aportaban dinero. Además, cuando te invitan con todos los gastos pagados, cuando subrepticiamente te callan con dinero, es porque tienen algo que ocultar.

Además de PAPEL, con Jiménez al mando también surgió la creación de portadas asabanadas para las ediciones dominicales, con éxito al principio, cabreo entre algunos lectores tradicionales durante y desilusión al final.

Las promociones de los periódicos se hicieron “quizá porque no confiábamos en atraerles con nuestro periodismo”, dice Jiménez. Yo recuerdo haber seguido una promoción. Se trataba de unos libros pequeños de poesía, cada domingo un autor diferente, que lanzó El País hace unos años. Nunca he comprado periódicos por amor al arte excepto en contadas ocasiones, aunque si tenía alguno a mano siempre le echaba un vistazo. Gracias a aquella promoción lo compré religiosamente todos los domingos, hasta que terminó. Desde entonces, nada. Es por esto por lo que las promociones apenas suponen un leve resplandor en la oscura y tenebrosa senda del futuro del periodismo en papel.

En definitiva, aquí encontramos una de las mejores crónicas de la independencia periodística en España en el último lustro, la vida en una redacción y la relación entre medios de comunicación y poder, todo ello en un volumen con un título, quizás, demasiado simple, aunque una portada sugerente.

Jiménez va, a lo largo de los veinte capítulos del libro, de presión en presión, viendo cómo la corrupción política campa a sus anchas y se cierne sobre el futuro del periodismo libre e independiente, unido a la necesidad de recorte de personal tras la crisis de 2008 y que aún mantiene a muchas redacciones bajo mínimos, impidiendo hacer muchas veces un contenido creativo, libre y de calidad.

Más conocido por haber sido corresponsal en Asia durante muchos años, David Jiménez tiene publicado algunos libros sobre su estancia en el continente, entre los cuales destacan El lugar más feliz del mundo e Hijos del Monzón. Sin embargo, con El director rompe moldes para acercar las verdades del periodismo español a la ciudadanía.

Este volumen es una osadía en la que Jiménez demuestra su valentía y la ausencia de pelos en la lengua, lo que le supone ser criticado por los que aquí salen mal parados, porque Jiménez nunca fue proclive a despedir a reporteros mientras se mantenían a jefes o altos cargos. No se dejó manejar y por ello pronto fue desechado como una buena opción. Deseo que los futuros periodistas tomen como ejemplo su valía, aunque la situación sea precaria y desestabilizada, para hacer un periodismo libre y riguroso, desnudar las vergüenzas del poder y de todo aquel organismo o persona que se salga de la ley para que el periódico no parezca un ministerio, como aquí se dice. Aunque habrá que tener fe en que esto funcione, porque, como dice Jiménez: “Puedes hacer el mejor periódico del mundo y no habrá servido para nada”.
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