—Si te pido perdón, ¿te quedarás? Siento mucho haberte tirado una rana a la cabeza. Además, luego te he salvado la vida, así que eso debería contar. Lena abrió la boca, asombrada por su descaro. Los ojos azules de aquel demonio brillaban esperanzados y sonreía confiado de que se saldría con la suya. —Me has salvado la vida… ¡después de tirarme al río! —protestó, indignada. —No. Al río te has caído tú sola. Yo solo te he lanzado una rana a la cabeza —rebatió él, guiñándole un ojo tras aquella aseveración que en sus labios parecía muy lógica. |