De pronto las rodillas empezaron a flaquearle y se dejó caer al suelo. Una vez sentada, siguió contemplando el valle. Se oyó un crujido y Sloane se arrodilló junto a ella. - Nora - susurró su compañera, sin el menor atisbo de ironía que convirtiese sus palabras en una declaración menos solemne -, creo que hemos encontrado Quivira. |