El año nuevo de los árboles

Esta reseña me está resultando difícil de escribir porque es una colección de relatos con temas distintos, aunque con uno común. Este libro contiene un total de catorce relatos breves cuya temática o eje principal es la concepción o la mentalidad judía. El autor nos ofrece unos relatos muy fríos pero también con una cierta ternura, en unos (como La nueva escuela), y una melancolía, en otros. Pero también, podemos ver un atisbo de esperanza. La esperanza se va a ver dibujada poéticamente en la figura de un almendro en Mandorla.

Aliaga nos habla de su bisabuelo perdido en Me llamarán tierra, un relato cargado de sentimientos, de traición y de muerte. El autor recapacita aquí sobre la muerte, lo que será de nosotros cuando dejemos este mundo y qué será de lo demás cuando nosotros ya no estemos. Es también una búsqueda de nuestras raíces, de nuestros orígenes. Es una narración enmarcada en la autoficción.

Vamos a encontrar además numerosas alusiones al holocausto judío y cómo el pueblo judío ha sabido levantarse de nuevo. Lo vamos a ver en dos relatos con mayor fuerza: Tus hijos matarán a los míos y Cicatriz, donde encontramos unas heridas que aún no han sabido cerrarse. El tema de la memoria va a ser también muy recurrente en muchos de los relatos, así como los viajes (Egipto, Grecia, Londres y Alemania). Incluso el escritor Stefan Zweig tiene protagonismo en varios relatos.

Aliaga nos ofrece en este libro una prosa con una fuerte carga poética. Es un lenguaje claro, a veces muy filosófico, y duro por los hechos que muchas veces retrata. Además me ha gustado la construcción de historias dentro de otras historias, como en le regalaré mis libros de Zweig. Se nota que Aliaga sabe leer y sabe escribir, es decir, que es un gran lector y cultivado y que maneja la prosa a la perfección.

En resumidas cuentas, se trata de un libro compuesto por catorce relatos cerrados. Unos relatos cuya belleza recae en una magnífica prosa muy poética. Unos relatos que hablan de la esperanza, de la ternura, relatos fríos y melancólicos, que tratan de la memoria, de la muerte y de nuestras raíces. Todos ellos enlazados por el judaísmo. Una obra que te hará reflexionar.

La identidad se va construyendo con vivencias propias y ajenas que adoptamos porque las sentimos cercanas. En ocasiones, indagamos en la historia de la familia para comprender los pasos de seres queridos que sólo conocemos por el nombre o por recuerdos compartidos con ellos. En esta búsqueda se halla el protagonista de los relatos «Me llamarán tierra» y «Un abuelo sefardí» en los que el narrador, en clave de autoficción con el autor de los textos, recompone los fragmentos de su bisabuelo judío entre recuerdos familiares y documentos que mencionan a un hombre con el mismo nombre y apellido. Esta investigación personal desemboca en una reflexión sobre cómo el legado nos atraviesa a la vez que nuestra huella en este mundo impregnará a los que vendrán.
La conexión entre el pasado y el presente cobra especial hincapié a la hora de no olvidar el significado de las cicatrices talladas en edificaciones que antaño presenciaron el terror. En el caso de esta obra, se incide sobre el pánico que respiró el pueblo sefardí durante el genocidio que llevaron a cabo los nazis. Ciudades, casas o espacios habitados por el horror. Todos ellos, a pesar de que una parte de las nuevas generaciones no conozca ni posea la voluntad de descubrir qué ocurrió en estos lugares, mantienen vigente la marca de esta atrocidad en la Historia. Para recordar estos hechos mil veces narrados, los cuentos «Le regalaré mis libros de Zweig», «Tus hijos matarán a los míos» y «Un selfie en las puertas de Dachau» inciden en ello. Mientras que en los dos primeros se palpa este pasado como una sombra que acecha el presente, el tercero denuncia cómo la masificación turística de los campos de concentración transforma el significado terrorífico de estos espacios para convertirlos en puntos morbosos del continente europeo, desnudándolos de su papel en la Historia de la Humanidad.
En definitiva, El año nuevo de los árboles se sumerge en las arenas del tiempo para seguir las pisadas de un abuelo sefardí así como recalcar, desde los ojos de varios personajes del presente narrativo, las cicatrices del horror que sufrió el pueblo sefardí a principios del siglo pasado para que los que existimos aquí y ahora no cometamos tal atrocidad. Si bien esta declaración de intenciones puebla la cultura centrada en este tema desde que ocurrieron estos hechos hasta hoy en día, Aliaga aporta con este compendio de cuentos su punto de vista como artista judío para señalar que alberguemos en nuestro palacio de la memoria relatos sobre el horror que sufrieron miles de personas hace casi cien años.

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