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Crítica de Guille63


Guille63
21 March 2023
“No puedes contar tu historia a todo el mundo dije. Quizá solo puedas contársela a una persona.”

La misma idea de novela, la misma forma indirecta, fría, distante, irónica, mordaz, despiadada e incisiva, que sus dos predecesoras, “A contraluz” y “Tránsito”; los mismos temas —relaciones de pareja, ma/paternidad, literatura, identidad— tratados a través del testimonio de personas que en confianza le relatan su vida a Faye, una mujer con indudables dotes de confesora, a la que en esta ocasión le abren su alma autores, editores, periodistas que, como ella, asisten a un festival literario al que ha sido invitada para presentar su libro. Como ya habrán intuido, en esta tercera entrega la balanza se inclina claramente hacia el mundo del libro.

Nuevamente me encuentro con una de esas casualidades a las que ya me he referido en otros comentarios acerca de la cadena de libros que a veces se produce: tras leer a Bolaño en su “Nocturno de Chile”, no es menor el escepticismo literario que he encontrado aquí: la pereza del lector, incluso del más versado, que solo quiere una versión reformada y moderna de modos antiguos; escritores preciosistas más preocupados por ser originales que por decir cosas; el Prestigio que la gente otorga a lectores y escritores por su supuesta inteligencia, virtud y superioridad moral; la preocupación por la Literatura que todo el mundo cree frágil y necesitada de defensa; lectores atraídos por la idea de que no puede haber arte sin sufrimiento; escritores “que se habían dedicado a escribir libros como otros se levantaban por las mañanas para ir a trabajar”, vanagloriándose de sus éxitos y culpando a los otros de sus fracasos; la desigualdad y el agravio contra la mujer en la literatura y en el arte en general (y aquí la novela conecta con otra de mis lecturas recientes, “Otoño”, en la reivindicación del Prestigio que no les concedieron en su día a figuras como Louise Bourgeois, Sylvia Plath o Joan Eardley, de igual forma que en la novela de Ali Smith se resaltaba el trabajo de Pauline Boty).

“Había contratado una socia para escribirlo, una exalumna suya, casualmente, y decidieron hacer un anagrama con los nombres de los dos, pero como él era el líder, por así decir, parecía lógico que este autor ficticio fuese un hombre… Sara, su socia, se alegró de que fuera él quien hiciera el viaje (al festival), porque tenía que cuidar a sus hijos… El origen del libro era la tesis doctoral de Sara, y él, como supervisor de su trabajo, se sorprendió dándole excelentes consejos comerciales… Por eso le parecía de justicia convertirse finalmente en coautor del proyecto.”

Pero no solo de libros, escritores y lectores vive la novela de Cusk. Tampoco faltan los episodios humorísticos con su buena dosis de mala leche, ni esas historias dramáticas y conmovedoras que, a modo de cuentos relatados por sus protagonistas nos hablan del mundo en el que vivimos. Todo ello con el brexit como telón de fondo.

“En el caso de los ingleses, su poder era un simple recuerdo, y sus intentos de seguir ejerciéndolo, un espectáculo tan ridículo como el del perro que sueña que está cazando un conejo.”
En cuanto a esas historias, me gustaría destacar dos, que en realidad son cuatro: la de una familia en torno a su enorme perro, que páginas más tarde tendrá su correlato humorístico con un pequeñito hámster; y la de un matrimonio que resiste gracias a la necesidad que ambos tienen de mostrar a los demás su idílica relación, que también tiene su historia paralela al final de la novela con otra familia que necesita al hijo de Faye como testigo de su felicidad.

Como ven, todo rebosa negatividad, algo de lo que la autora sale al paso con un comentario entre paródico y sincero al respecto del uso temerario de la honestidad por escritores que parecen no tener interés en la vida (se cita a Bernhard) y se sienten libres para contar una verdad cuánto más cruda mejor. Un comentario hecho por un periodista que se abre a la posibilidad de una aceptable honestidad negativa que “es capaz de describir el mal con la misma objetividad que la virtud, sin desviar el rumbo hacia lo uno o hacia lo otro, que es pura y reflectante como el agua o el cristal.” Un periodista que…

“… tardaba muchísimo en decidirse a hacer una pregunta y, cuando por fin la hacía, llegaba a la conclusión de que la mejor respuesta era la suya… En familia es muy educado y muy simpático (…) y también el único dispuesto a hablar con las abuelas, que lo escuchan durante horas y horas.”

Me hubiera gustado terminar la trilogía dándole cinco estrellas, tipo el Oscar con el que premiaron a la última película de la trilogía de El Señor de los anillos, pero tendrá que conformarse nuevamente con cuatro: aunque la primera mitad me ha parecido de lo mejor de la serie, tiene un par de bajones que desmerecen, algo que, por otra parte, es normal en cualquier libro de relatos, como en el fondo es cada una de estas tres novelas.

“Cuestiona todo, aprende algo, pero no esperes ninguna respuesta.” Eurípides. (cita con la que la editorial cierra su edición del libro y que, como a ellos, me parece muy bien traída)
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