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Crítica de Ferrer


Ferrer
08 June 2019
"Me gustaría creer en Dios para agradecérselo, pero solo creo en Billy Wilder". Estas palabras las pronunció Fernando Trueba al recoger el Óscar por Belle epoque y son un retrato de lo que ha sido Billy Wilder para el cine del siglo XX. Wilder ha sido un director de sencilla brillantez, capaz de captar el lado oscuro de los personajes y mezclarlo con un humor esclarecedor.
El cineasta Cameron Crowe realizó una serie de entrevistas que se convirtieron en el libro, que ha publicado Alianza. Crowe conoció a Wilder cuando le propuso sin fortuna actuar en Jerry Maguire. Desde entonces, se gestó una serie de encuentros en el que ambos directores hablaron de los filmes de Wilder, los buenos y los malos, y de sus andanzas en la meca del cine. Para Wilder "es divertido hacer películas, porque te permite vivir cinco, diez, quince, veinte vidas diferentes. Porque te mueves en distintos ambientes. No te pasas toda la vida vendiendo sombreros".
Wilder recuerda la muerte de Lubitsch a los 55 años de "ataque poscoital", la facilidad de Marlene Dietrich para iluminar por si sola las escenas con su radiante presencia, el complicado carácter de Jean Arthur en Berlín Occidente, el fracaso que supuso Bésame, tonto, la imposibilidad de trabajar con Cary Grant y Carole Lombard, los problemas de montaje de la vida privada de Sherlock Holmes, la muerte por alcoholismo de William Holden, el encanto natural e indescifrable de Audrey Hepburn, la impuntualidad crónica de Marilyn Monroe. Nada que ver Monroe con Charles Laughton, meticuloso y trabajador, con el que no pudo hacer el proyecto fallido de la maravilla enmascarada porque se priorizó Testigo de cargo.
Entre sus películas favoritas, Perdición, un film noir elogiado por Woody Allen, pero sobre todo El apartamento, su cima creativa y un rodaje "divertido" que duró 50 días y que solo necesitó una semana para el montaje sin que sobrase ni un metro de película; entre las detestadas, Aquí un amigo, "una equivocación" según sus palabras. Wilder siempre tuvo presente el consejo de Fritz Lang, "busca a los buenos cámaras, algunos son verdaderamente especiales", así como el toque Lubitsch consistente en la sutil insinuación, en la broma inesperada y elegante y en la búsqueda incesante de otra manera de contar una historia. Wilder advierte que "nunca se puede predecir la reacción del público. Nunca se sabe cómo les va a afectar" la película. Lo que sí que sabemos es que este libro va a encandilar a los wilderianos y a los cinéfilos.
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