(…) Él la necesitaba, y ella estaba dispuesta a bajar hasta el infierno que habitaba en su interior para rescatar su corazón herido.
|
(…) Él la necesitaba, y ella estaba dispuesta a bajar hasta el infierno que habitaba en su interior para rescatar su corazón herido.
|
(…) Desde que te conocí, te colaste en mi corazón, no como una brisa suave, sino como un repentino huracán que barrió con todas mis creencias y con los principios a los que me he agarrado durante toda mi vida: que el amor no podía ser eterno. Te amo como nunca creí que podría amar a nadie, y si tuviera que comprar una eternidad a tu lado con mi propia sangre, lo haría sin dudarlo —le aseguró.
|
(…) Él… él era risa pura y alegría; el motivo que hacía latir su corazón; el fuego que encendía sus entrañas con cada mirada, cada roce y cada beso. Era un anhelo secreto, un deseo oculto y apasionado, la esperanza de un mañana juntos; el hombre que llenaba de sentido la palabra «amor».
|
(…) Quizá era posible amar para siempre, pensó, porque había amores para los que no bastaba solo una vida. Lo sabía porque lo sentía en su pecho, con tanta fuerza que casi le dolía.
|
No quería soltarla, no quería que ella desapareciera de su vida, porque, aunque Mary no lo supiera, aunque él no hubiera sido capaz de decírselo, el corazón que latía bajo el lugar donde descansaba en ese momento su cabeza le pertenecía. Para siempre. Para toda la eternidad. |
(…) Soy galante con las damas, aunque en estos momentos solo me interesa una, y soy un hombre que ama las joyas; de manera especial, los diamantes. —Esbozó una sonrisa pícara que hizo que el corazón de Mary se saltara un latido, mientras se preguntaba por el sentido de sus palabras—. Los diamantes rusos, con todas sus aristas…
|
—Tranquilo, no tengo intención alguna de poner una mano sobre lady Mary. Esa mujer es demasiado terca e indomable para que merezca mi atención. No aguantaría a su lado ni un minuto más de lo necesario. Algo se removió en el interior de Valentin, como si su corazón no estuviese de acuerdo con las palabras que su boca acababa de pronunciar. |
—¿Qué vas a saber tú sobre cómo visten las mujeres rusas? —replicó, indignada, tuteándolo por primera vez. Valentin sonrió para sus adentros y se acercó a ella hasta casi pegarse a su espalda. Sabía que no debía hacerlo, pero ella lo tentaba de mil maneras. —Quizá no sepa nada sobre cómo vestir a una mujer, milady, pero le aseguro que soy un experto en desvestirlas —le susurró. |
(…) Quiero poder elegir, tengo derecho a ello, tanto como cualquier otra persona. Ser mujer no me hace menos inteligente, ni tampoco me convierte en un objeto de adorno que pueda comprar el mejor postor.
|
¿Quién es el autor/la autora de Episodios Nacionales?