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Crítica de MarioG17


MarioG17
12 February 2020
Según el Instituto Nacional de Estadística, una persona se suicida en España cada dos horas y media. Diez personas al día. En el mundo, por otra parte, según la OMS se producen 800.000 suicidios al año. ¡Casi un millón de personas! Volviendo a España, aquí el suicidio es la primera causa de muerte no natural, por delante de los accidentes de tráfico. En 2017, según Expansión, 2718 hombres y 962 mujeres se quitaron la vida en España. Y nada se hace para erradicar un problema que afecta a tantas personas.
Cuando una persona se suicida con libertad se le juzga implícitamente y se le tacha de cobarde, egoísta o irresponsable. Cuando se suicida por factores que escapan a su control, como un trastorno mental, la depresión o una adicción, se dirá que es inocente y que no ha sido libre en elegir. Ante estas dos visiones, el autor de este ensayos viene a romper lo establecido para decir bien fuerte que un suicida puede quitarse la vida libremente y no por ello ser egoísta. Ya basta de etiquetas y calificativos. El suicidio es un problema derivado de otros que deben solucionarse, no calificarse.
Critchley es filósofo y trata en este breve libro el tema del suicidio con determinación. Para ello, se ha marchado a un pueblo costero de Inglaterra, donde reflexiona e induce a la reflexión sobre un tema tan espinoso y delicado, muchas veces tabú, que aun siendo silencioso —y silenciado— afecta a tantísimas personas en el mundo.
Critchley habla por momentos en el libro con tono irónico sobre aquellas personas que se atreven a juzgar a otras. Cuenta anécdotas, experiencias, da su opinión bien argumentada sobre un tema que parece en boca de todos, pero del que nadie quiere hablar. Hay que eliminar la tesitura de si valorar como ‘valiente' o ‘cobarde' a la persona que decide poner fin a su vida. Hay que poner fin y dejarse de zalamerías.
Critchley se dirige al lector directamente, habla de sí mismo incluso, y pone ejemplos. En la antigüedad, el suicidio se toleraba o, al menos, era un acto menos inmoral que en la actualidad. ¿Por qué ha cambiado la visión sobre ello? Por la teología cristiana. Según el autor, el suicidio se ha convertido en un pecado y en un acto inmoral por culpa de esto. “La teología cristiana dice que un auténtico cristiano ha de luchar contra el dolor y seguir combatiendo como un soldado”. Claro que sí, campeón.
No quiero resultar frívolo, porque este tema me toca la médula y es quizás el que más interés genera en mí. Pero leer ciertas opiniones de gente o religiones hace que me hierva la sangre. El propio Albert Camus, Premio Nobel de Literatura en 1957, decía que el suicidio constituye en principal problema de la humanidad. Y es para pararse a pensar cómo es posible que una persona pueda quitarse la vida, sabiendo que no volverá a ella. Qué le llevará a ello, de qué magnitud serán sus sentimientos negativos para que haga una cosa como esa.
Por otra parte, los estoicos decían que el suicidio “constituye un acto legítimo así como un gesto honorable de despedida frente a un estado de dolor insoportable, sea físico o psíquico”.
Antiguamente se imponían sanciones a los que se suicidaran. Por ejemplo, se enterraban sus cuerpos a pie de carretera y con estacas clavadas en su cuerpo, para que perdieran toda dignidad física y moral. Y, por si fuera poco, se confiscaban sus bienes y los de su familia, para que así el suicida, previendo la ruina económica de sus seres queridos, se lo pensara dos veces y sufriera el doble.
Critchley da contraargumentos a los razonamientos —que, paradójicamente y desde mi punto de vista, tienen poca razón, si no ninguna— sobre todo de la cristiandad. También hablará el autor de las notas de suicidio y del considerado como ‘suicidio altruista', aunque más de pasada. El suicidio es algo propio del ser humano. Hay animales que se autodestruyen por el bien de s especie o su grupo, pero no son conscientes de ello. El ser humano sí suele ser consciente —excepto por alguna enajenación mental— y suele tener la libertad para hacerlo. La tarea del autor es, sencillamente, la de descriminalizar un acto como este que merece ser estudiado, prevenido y evitado.
Tras este ensayo de Critchley, en el mismo volumen encontramos un brevísimo ensayo del filósofo David Hume titulado, precisamente, "Sobre el suicidio", donde hay más de una veintena de aforismos sobre el tema, aunque con un estilo más reflexivo y filosófico que el que usaba Critchley, que era más ameno. Dice Hume, por ejemplo, que la filosofía es el antídoto contra la falsa religión, la cual califica de "pestilente enfermedad".
De Critchley destacan otros libros como "El libro de los filósofos muertos" u otros en inglés como "Tragedy, the Greeks, and us" —publicado recientemente, en 2019— o "Infinitely demanding". Sin embargo, este Apuntes sobre el suicidio es la primera obra que leo de este autor, de un tema que me apasiona y que ansío comprender lo máximo posible. Por ello, hay numerosos libros, bien de ficción bien ensayísticos, sobre este tema. Uno de ellos, brevísimo y de gran interés, es "Saturno", de Eduardo Halfon. Aun así, el suicidio en la literatura sigue siendo un tabú que hay que romper. Sucede en la vida real más de lo que creemos, porque son muchos los intentos que se producen sin consumarse.
Para evitar esto, existe el Teléfono de la Esperanza: 717 003 717. Se debe pedir ayuda siempre. Porque siempre habrá alguien dispuesto a escucharte y ayudarte. No se puede dar todo por perdido. Y tampoco hay que criminalizar ni victimizar un acto tan terrible y desesperado como este. Hay que comprenderlo. Y prevenir.
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