(…) comprendo que no me gusta estar sola. Me aburro. En cambio, con mi montaraz particular siempre termino riendo. O enfadada, pero los momentos divertidos ganan. Ha sacado de mí un lado más atrevido. Un lado que yo creía que no tenía. Ya me había conformado a vivir aventuras solo en los libros, pero gracias a él me he deslizado por dunas gigantes y he llegado a hacerme andando veinte kilómetros. Así lo atestiguan las heridas de mis pies. Si sigo a su lado, podré hacer más cosas en la Isla Sur, estoy segura. Hasta ahora, solo había vivido nuevas experiencias con la imaginación, pero presiento que, con él, podrían ser reales.