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Crítica de laurass89


laurass89
21 September 2018
Hechos de nuestra condición
Una casa en Florida, un lugar de Argentina, recuerdos de Japón y unos cuantos ‘y si' del futuro. En todos estos lugares vislumbramos, ya por ese aura inherente al ambiente ya por su fantástica posibilidad, todas las aristas de la condición animal. A través de los doce cuentos recogidos bajo este título, Valeria Correa Fiz realiza un estudio de la ontología del ser humano en sus, al menos, dos dimensiones: como un elemento más de la naturaleza que nos rodea y como transformador de la misma y su realidad.
El conjunto de relatos está divido en cuatro partes nombradas mediante los elementos de la naturaleza: tierra, aire, fuego y agua. Esta división es realmente interesante ya que la autora nos revela así cuál es para ella el arjé del mundo y, siguiendo las ideas psicológicas de Bachelard, cómo nuestro comportamiento está determinado por los elementos, aunque (erróneamente) nos creamos diferentes (y superiores) al resto de animales. Así, los cuentos se relacionarán con los elementos bien por la predominancia de éste en el cuento o bien porque el impulso humano tratado esté relacionado psicológicamente con el elemento.
La parte Tierra nos ofrecerá la relación de impulsos más viscerales: ira, sexo y el apego a la tierra. Uno de los sentimientos que parece más natural del ser humano como animal es el apego a la tierra como elemento, bien el lugar de nacimiento o bien el lugar de prosperidad que supone un remanso de paz y seguridad. A partir de él surgirán los dos sentimientos anteriores, el sexo como instinto y la ira para sobrevivir. Sin embargo, estos sentimientos pueden tambalearse y malograrse por circunstancias ajenas al sujeto: un descuido, el agravio comparativo o la enajenación.
En este sentido podemos entender el primer cuento del libro, Una casa en las afueras. En él, la protagonista en primera persona nos relata un acontecimiento traumático que sufrió cuando vivía en una casa en los terrenos pantanosos de Florida. Absorbida por el entorno que no le deja discernir más allá del objeto presente, aunque la sospecha sea su continua compañera, las circunstancias provocan una vuelta de tuerca que al mismo tiempo que resulta impactante para el lector puede resultar dolorosamente liberadora.
Aire estará enfocado a la relación del ser humano con la muerte, ya desde la resignación ante el acontecimiento, ya desde el más puro no entendimiento. Tanto es así que en el cuento Lo que queda en el aire uno de los personajes preguntará desesperanzado ante la muerte «Abuela, ¿cómo se sujeta un día con otro?» Así, como lectores nos preguntamos por el misterio de seguir vivo cada día y nos inquietamos ante la posibilidad de que no sea así. La autora en cierto sentido nos contesta en Aún a la intemperie, donde nos hace reflexionar sobre nuestra capacidad de permanecer mientras aún estemos vivos, mientras aún haya una memoria. La muerte es definitiva, pero el recuerdo puede sobrepasarla.
La tercera parte Fuego desarrolla un sentimiento difícil de definir y que muy probablemente se asocie con el amor, aunque se acerca más al apego. En ella podemos ver el fuego, en diversas formas desde el concepto hasta el objeto, como un elemento purificador y reconciliador. Nostalgia de la morgue es quizá el cuento más destacado de esta parte, también porque es uno de los más largos del libro. En este cuento Aldo Ibáñez o Estrella, como prefiere ser llamado, nos enseña como en los momentos más tristes y desagradables, el fuego, entendido como atracción, nos permite encontrar atisbos de felicidad.
Finalmente, Agua nos presenta nuestro naufragio e incertidumbre presentes. La nostalgia de lo que fue y de lo que pudo haber sido impregnan las líneas de estos cuentos de los que podemos destacar Criaturas, un relato de ciencia ficción donde el fin de la cotidianeidad de una plaga permite al protagonista llorar, derramar agua, y ver el fin de lo que ha sucedido. La esperanza se convierte ahora en una losa marcada por las posibilidades perdidas.
Aunque dividido en partes, podemos comprobar que el libro de Valeria Correa Fiz nos ofrece un recorrido desde nuestro sentido animal hasta lo que podemos entender como la condición humana sobre la cual habremos de reflexionar dolorosamente después de la lectura.
A nivel técnico, con un tono en ocasiones crudo y en ocasiones altamente lírico, la narrativa de la autora argentina nos invita como lectores a enfrentarnos a la angustia de saber todo sin saber nada. A través de drásticas anticipaciones que nos adelanta un final nefasto provoca estrés en el lector, ya que sabemos hacia que el camino hacia ese final va a ser peor que el final mismo. Para ello, Correa Fiz entremezcla géneros, algo no muy habitual en las colecciones de cuentos pero altamente fructífero en La condición animal, que van desde la ciencia ficción hasta el thriller realista. A través de ellos efectuará, como si un espejo se tratara, la exploración de la psique enferma frente a la que ha de ser una pretendidamente sana. El narrador por tanto se erige en estos cuentos como la voz de todos, los cuerdos, que narra el horror de las mentes enfermas, sus personajes, y así podemos verlo en cuentos como El mensajero, La vida interior de los probadores o Regreso a Villar.
Pero más allá de tecnicismos, qué podemos esperar en La condición animal. La autora argentina nos destila gota a gota todas aquellas pulsiones existentes en el ser humano que más nos gustaría obviar. Para poder abordarlas la única solución viable que se nos ofrece es la admisión de nuestra condición animal mediante la cual podremos liberarnos de los presupuestos del pasado. de este modo, los relatos se configuran a modo de paliativo para el lector, que si bien duelen y angustian ofrecen ese bálsamo catártico que ya nos refería Aristóteles en su Poética.
Sexo, rabia, odio, se entremezclan en sus relatos con el amor, la nostalgia o la ternura provocando en el lector una sensación de naufragio difícil de asumir pero absolutamente edificante en la búsqueda y admisión de un sentido más profundo a propósito del ser y sus posibilidades… A propósito de nuestra condición.
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