La levedad del ser

Y se acostumbró. Lo hizo con las mofas, con los desprecios. Lo consiguió a su manera; yéndose de aquella realidad. Cubriendo sus cielos de horizontes más extensos. Emborrachando su corazón con amores de ficción, donde el olor a papel era el perfume que tenían todas sus doncellas, donde el amante perfecto siempre era él. Durante años ejerció como profesor de literatura, mientras su ceguera iba llevándose aquel don que le permitía hablar sin pronunciar palabra, oír sin utilizar los oídos, sentir sin tocar, ver sin estar...

Aquellos ojos de pupilas adormecidas, de dioptrías devoradoras, fueron los ventanucos por donde su alma salía a pasear recogiendo imágenes, olores, sentimientos escritos en todas y cada una de las páginas de los libros que componían la vasta biblioteca...