Ha pasado una década desde los últimos acontecimientos narrados en «El Don encadenado». Navhares, el consorte de la Senniam de Agailias, se ha convertido en devoto padre de sus dos hijos y en un respetado miembro del consejo. Allí nadie sabe que tal perspicacia es el fruto de sus habilidades como vidente, un talento que ha purificado con su renuncia a la alquimia y que le está mostrando el mundo más allá de los muros de la ciudad.