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Crítica de Inquilinas_Netherfield


Inquilinas_Netherfield
09 May 2018
Ya os comenté en mi última reseña de esta colección de policíacos clásicos de Siruela, Una dirección equivocada, que aunque empecé muy ilusionada con ellos, ahora cojo estos títulos con el freno un poco echado porque me he llevado algún que otro chasco (los compro y los leo igual porque soy una adicta a los detectives clásicos, pero con una pizca de prudencia). Con Una dirección equivocada terminé encantada y, afortunadamente, lo mismo me ha pasado con Asesinato en el laberinto. Qué japi de la vida soy...

Estamos en Whistlefield, casa de campo propiedad de Roger Shandon donde, junto a él, vive buena parte de su familia, que incluye a su hermano pequeño, Ernest, y a sus dos sobrinos, Sylvia y Arthur Hawkhurst, que viven con Roger desde que quedaron huérfanos. Además, durante el fin de semana en que ocurren los hechos, también se encuentran en la casa Neville Shandon, hermano gemelo de Roger y abogado de prestigio, y dos invitados de Sylvia, Howard Torrance y Vera Forrest. Cierra el círculo que formará parte de los futuros sospechosos el secretario de Roger, Ivor Stenness, personaje que parece hecho de piedra y que nada más conocerlo, sabemos que oculta algo.

Así las cosas, en el laberinto de la propiedad (que tiene la peculiaridad de tener dos centros) se producen dos asesinatos entre todos los personajes que os nombro arriba (incomprensiblemente en la sinopsis se dice quiénes son los asesinados sin pudor alguno... lo he editado en la sinopsis y aquí callo su identidad como una bellaca, como debe ser). El caso es que, salvo que alguien haya llegado desde el río que pasa junto al laberinto, parece bastante claro que el culpable es uno de los demás ocupantes de la casa, y para hacerse cargo del caso llega a Whistlefield sir Clinton Driffield, inspector de policía con aspecto vulgar, rostro aburrido impostado, presencia anodina... y, detrás de todo ese disfraz, un hombre agudo, perseverante, disciplinado, concienzudo... y más listo que el hambre.

En Asesinato en el laberinto estamos de nuevo ante una novela policíaca típica de la Golden Age, y eso quiere decir que a quienes les guste el género lo disfrutará muchísimo. Presenta un tipo de trama que popularizó Agatha Christie, pero que ni mucho menos inventó ella: la del asesinato en la mansión o alrededores que reduce la identidad de los sospechosos a sus habitantes, sobre todo en este caso por la peculiaridad del sitio donde se ha cometido. Y es que el lugar del asesinato, el laberinto, es una estructura que da muchísimo juego y el escenario para intentar perpetrar un crimen perfecto. No sé si alguna vez habéis estado en uno de estos enormes laberintos ingleses, pero yo me he sentido muy identificada en alguna escena dando vueltas como pollo sin cabeza xD. Y la ambientación en sí es esencialmente british por cada uno de sus poros, con ese aire de divertida ligereza en algunas escenas, esa ironía que se escapa de la impronta de algunos personajes, sus excentricidades, la mansión en la campiña...

La investigación fluye de un modo que representa a la perfección el carácter del sir Clinton, el inspector que se hace cargo del caso. En un momento dado dice que el papel de la policía es más complicado de lo que parece, porque llega al escenario de un crimen sin conocer de absolutamente nada a los sospechosos, y tiene que empezar a modo de tabula rasa sin ideas preconcebidas, desgranando y perfilando poco a poco el carácter de cada uno de ellos. Los sospechosos se conocen entre sí y saben de qué pie cojea cada uno, dando lugar a los prejuicios o a dejar que influyan resentimientos previos y acusaciones interesadas; la policía no tiene ese conocimiento previo y eso hace que no estén influidos en la percepción de las motivaciones de cada uno. Más trabajo, pero exento de suspicacias. Y como todos tienen coartada, a eso se dedica Clinton: a observarlos, a ponerles trampas y averiguar de qué pie cojea cada uno.

De hecho, si con alguien he disfrutado ha sido con Clinton en sí mismo. Cuando se mete de lleno en la investigación lo hace porque está pasando unos días en casa de un buen amigo suyo, Wendover, vecino de los Shandon, y los diálogos entre estos dos personajes a mí me han hecho sonreír un montón de veces. Clinton es muy buena gente, se preocupa mucho por todo el mundo, pero al tiempo es muy, muy irónico, a ratos sarcástico, y no se corta un pelo cuando tiene que sacarle punta (se ríe un poco de él, vamos, pero con encanto) a los inocentes intentos de Wendover de ayudar en el caso... Wendover, siempre varios pasos por detrás en agudeza, quiere hacer de doctor Watson para Clinton, pero no está a la altura, y hasta le molesta que el policía no encuentre algo tipo "una colilla en el lugar equivocado" que resuelva todo el misterio en un periquete, al estilo Sherlock Holmes. Se nota mucho que Connington, el autor lanza pullitas al personaje de Conan Doyle sobre lo fácil que le resultaba a su detective encontrar pistas imposibles por donde quiera que iba... en una investigación real las cosas son bastante más complicadas.

La narración hace que las sospechas vayan fluctuando de un personaje a otro, y se intuya o no se intuya quién es el asesino, el autor no lo pone fácil para que averigües cómo lo hizo. Y cuando se llega a la escena final, está planteada de tal manera que yo particularmente, por la originalidad y por la ambición que demuestra el autor (recordemos que la novela es de 1927, no estaba todo visto como ahora), no había leído nunca en un libro de este tipo. Muy entretenida, recomendable, con toques divertidos y un detective carismático e ingenioso que protagonizó nada menos que 17 libros. Cruzo los dedos para que el próximo clásico de Siruela que lea no estropee la racha.

Solo ha habido una cosa, una infinitesimal cosa, que mi lado tiquis, ese que lleva el GPS incorporado en busca de cualquier mínima discordancia, no ha podido dejar de detectar, pero es tan mínimo que me ha dado un poco igual. O me ha dado igual porque el resto del libro es muy bueno, está muy bien narrado y me ha gustado mucho, que para el caso es lo mismo. Pero sí que es cierto que hay una cosa (una cosa de las muchas cosas que se explican, no me refiero al conjunto) en la explicación final del caso que creo que es un poco contradictoria o que no está del todo bien razonada (no me ha cuadrado mucho, vaya, y lo he leído tres veces por si era yo la que no se enteraba). Pero de verdad, no le deis a esto más importancia de la que tiene a la hora de leer el libro, porque en conjunto merece mucho la pena.
Enlace: http://inquilinasnetherfield..
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