Las dos caras de la verdad

Este es el segundo tomo con la inspectora Renée Ballard, un personaje que me impresionó en el número anterior : una mujer increíble, la versión femenina del inefable Harry Bosch. Y yo imaginaba que el encuentro de Bosch y de Ballard iba a ser explosivo, pero no, no fue explosivo.

Hay varios casos judiciales en este tomo, todos diferentes y que implican a Bosch o a Ballard. Se nota que Harry Bosch está bajando la pendiente: está más lento, menos ágil, más moderado.

Renée Ballard trabaja en el servicio de noche (que llaman servicio de cementerio), desde que acusó a un superior de acoso sexual. Desde entonces, la mitad de los efectivos masculinos la ignora y la otra mitad la menosprecia abiertamente.
Ballard lleva una vida atípica: tiene una perra llamada Lola que deja en una perrera mientras trabaja, no tiene domicilio fijo sino que duerme en la playa de Venice en una carpa que monta después de practicar paddleboard. Cuando tiene tiempo va a dormir donde su abuela que vive a 100 Km de LA y cuando no tiene tiempo, pero algo programado en la mañana, se va a dormir a un hotel cerca de la comisaría.

Bosch ya no hace parte de LAPD, sino de San Fernando PD; se conocerá con Renée de manera estrafalaria : ella lo pillará husmeando en los papeles de colegas porque busca datos para un caso no resuelto que quiere avanzar, el caso de una adolescente asesinada. Renée lo va tratar secamente porque es muy estricta con la aplicación de las reglas en la comisaría : sabe que a la primera ocasión la van a despedir por falta profesional.

Poco a poco los dos policías se irán conociendo y trabajarán con saña en el caso de Bosch, sin contar ni la fatiga ni las horas extra.
Por supuesto que estas dos lumbreras llegarán a resultados sorprendentes, son únicos.
Un excelente opus que deja entrever otras aventuras palpitantes.
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