No estoy nunca sola. Man Yaya. Abena, mi madre. Yao, Iphigenie. Samantha. Y además está mi isla. Me confundo con ella. No existe ni un solo sendero que no haya recorrido, ni un riachuelo en el que no me haya bañado, ni un mapou en cuyas ramas no me haya columpiado. Esta constante y extraordinaria simbiosis me venga de mi larga soledad en los desiertos de América. |