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Hablar de la aventuras de Sherlock Holmes, del gran amigo temporal de Harry Houdini el gran escapista Sir Arthur Conan Doyle, provocan en el lector la satisfacción de saber que el crimen no paga, que quienes delinquen, gracias a las dotes del gran investigador y su ayudante, observación profunda, agudeza mental, capacidad de anticipación y habilidades técnicas y físicas, terminarán por ser descubiertos, y, lo mejor de todo, castigados. Lo interesante es que como un elemento extra, quien sale de leer las aventuras, descubre en sí mismo que se le ha despertado la capacidad de anticiparse a los hechos cotidianos, la deducción ha sido estimulada de manera casi automática en el lector. Pasa lo mismo que ocurre con la lectura de El perfume, de Patrick Suskind, donde el olfato, uno de los sentidos menos sentidos por el ser humano, también se despierta. Sólo la genialidad logra estas cosas.
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