Las vencedoras

El mundo está lleno de personas que, al llegar la noche, solo tienen un cartón en el que refugiarse. Ni un techo, ni un plato de sopa caliente, ni rastro de unos brazos en los que poder descansar.
Especialmente vulnerables son las mujeres que viven en la calle, desprotegidas en todos los sentidos ante una situación que, desde el día de su nacimiento, las condena a un doble sufrimiento.
Son muchas las que ven morir a sus hijos de hambre o de frío, olvidados por una sociedad que jamás sabrá que existieron. Porque no los miramos. Evitamos posar nuestros ojos en ellos para que su dolor no nos afecte. Continuamos caminando con nuestros móviles en la mano, con la prisa metida en el cuerpo, ignorándolos por completo. Nos equivocamos. En esto y en muchas otras cosas. Nadie está a salvo de acabar durmiendo entre cartones, víctima de un sistema que se esmera en engullirnos para escupirnos sobre la nada.
Por todo esto (y por mucho más) es importante entender que si algún día levantas los ojos del suelo, o los despegas de tu chat emergente, y decides prestarles tus oídos, tus manos, tus palabras o tus brazos, te sentirás feliz por estar ayudando a quienes lo necesitan, y creerás que los estás salvando. Pero te equivocarás de nuevo.
Serán ellos los que te salven a ti.

Me enamoré de Laetitia con El vuelo de la cometa y me he reencontrado con ella de la mejor manera posible. En este libro no solo nos regala una historia de amor al prójimo y solidaridad sino que además rescata la figura de Blanche Peyron, una mujer absolutamente fascinante.