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Crítica de Inquilinas_Netherfield


Inquilinas_Netherfield
01 August 2021
Cada vez que os traigo uno de estos clásicos infantiles siempre os digo lo mismo: llevan siglos en mi estantería sin leer simplemente porque ya conozco la historia (o eso creo, luego me doy cuenta de que no) y he priorizado otros libros. Esta edición de Las aventuras de Pinocho (ilustrada además por Carlo Chiostri, responsable del imaginario popular de este personaje) habita mi casa desde hace más años de los que me atrevo a reconocer en voz alta, pero sí... muchos años. Muchos. Y eso que el Pinocho de Disney, que supongo que es la referencia que tenemos casi todo el mundo sobre el personaje, tampoco es que sea de mis películas favoritas de esta productora, hace siglos que no la revisiono y tampoco es que la tenga fresquísima en la memoria... pero bueno, ya sabéis, creemos que conocemos una historia y vamos dejando el libro atrás.

La trama comienza con un tronco, un simple tronco de leña, que está encantado tiene vida propia, habla y le da un buen susto a maese Cereza, a cuyo taller de carpintería ha ido a parar. Nadie quiere un tronco que se queja cada vez que intentas darle un hachazo, así que maese Cereza no duda en regalarle el tronco que llora y ríe a su buen amigo maese Gepetto, quien talla con él una marioneta a la que llama Pinocho y por la que se desvive como solo un padre amoroso lo haría por su hijo... qué felices podrían ser los dos si no fuese porque Pinocho no para de hacer travesuras, de desobedecer y de meterse en líos, hasta que llega el momento en que esas trastadas le alejan de su padre Gepetto que tanto le quiere y lo lanzan a un mundo en el que pueden pasarle muchas cosas buenas, pero también muchas cosas malas... y Pinocho parece no aprender nunca la lección.

Las aventuras de Pinocho comenzaron a publicarse semanalmente en 1880 en Il Giornale di Bambini, el primer periódico italiano para niños (como novela apareció en 1883), y es de esas historias infantiles que no tienen la más mínima intención de esconder la moraleja que encierran ni su intención de enseñar valores morales y sociales a sus pequeños lectores. Y es que Pinocho actúa mal durante el 90% del libro: es desobediente, egoísta, gandul, mentiroso, con tendencia a las malas compañías, no quiere estudiar y sí vivir una vida holgazana carente de esfuerzos. Se dice en cierto momento que no tiene buen juicio ni buenos sentimientos, y ahí radica la base de cada una de las aventuras (desventuras, las llamaría yo) que sufre en el camino. Aun así él sigue erre que erre, con muchas buenas intenciones que caen en saco roto, unas tras otra, en cuanto alguien le ofrece una salida más fácil y cómoda. Y además él es muy consciente, pero hace muy poco por remediarlo.

Ya os decía arriba que la moraleja era muy poco sutil... y aun así intenta huir del aleccionamiento demasiado moralizante. Con esto me refiero a que el papel de los adultos en este libro es totalmente accesorio. Es decir, están ahí, intentan que Pinocho comprenda las cosas que hace mal y las consecuencias que tienen esos actos, pero en ningún momento intentan interferir en sus decisiones y acciones. le ofrecen su amor y le dejan libertad para decidir, actuar y, en la mayor parte de las ocasiones, tropezar, esperando con ello que aprenda de sus errores y de los frutos adversos de esas equivocaciones. Este Pinocho es una marioneta sin hilos que actúa conforme a su libre albedrío, que decepciona una y otra vez a las personas que le quieren, que sufre unas calamidades tras otras como consecuencia de su falta de juicio y que demuestra, una y otra vez, que el movimiento se demuestra andando: no basta con querer ser bueno, hay que serlo. Y eso cuesta esfuerzo y necesita de mucha voluntad.

En cuanto a la ya mencionada película de Disney de 1940, no tengo intención de compararla con la novela porque ya digo que hace siglos que no la veo, pero si tiro de memoria yo diría que en la película cogieron tres o cuatro hechos concretos de la novela y en torno a ella giraba toda la película, cuando en el libro a Pinocho no solo le pasan muchas más cosas, sino que son mucho más desagradables y crueles (a riesgo de que lo consideréis spoiler os diré que una de las muchas desgracias que sufre es que llegan a ahorcarlo... para que entendáis a lo que me refiero). No he visto la adaptación que hizo Roberto Benigni pero imagino que será mucho más fiel a la novela. Va a ser cuestión de tragarme mi manía por este actor/director y echarle ganas al visionado... sin prisas.
Antes de terminar, una breve digresión. Ya lo he comentado alguna vez, pero yo viví durante un tiempo en Florencia. Es una ciudad que llevo en el corazón siempre y cuando la literatura me conduce a ella, siempre leo ese libro con un cariño especial. En la Toscana hay un parque temático dedicado a Pinocho inaugurado allá por los años 50, parque que no tenía especial interés en visitar (y no visité), pero sí que quería pisar un lugar asociado emocionalmente a su autor. Ese lugar se llama Villa Garzoni, que como muchas de las villas que se pueden visitar a pocos kilómetros de Florencia, es una auténtica belleza. Sé que cuando se va a Florencia no se piensa en salir de ella, pero hay tantísimas cosas maravillosas en sus alrededores... el caso es que Villa Garzoni está en Collodi (sí, el apellido usado por el autor que no es más que un seudónimo), a unos 60 kilómetros de la capital de la Toscana, y visitar este lugar, donde su abuelo trabajaba y él pasó buena parte de su infancia, fue una auténtica gozada. No había leído el libro, pero ni falta que me hacía, yo iba tras el autor. Sus jardines encierran magia, belleza y delicadeza repartidos por sus numerosas estatuas, escaleras, grutas, fuentes... He visitado muchos sitios y aun así mi cabeza no tiene problemas en ubicarse en cada lugar que visité de la Toscana. Villa Garzoni fue mi conexión con Carlo Collodi cuando solo conocía su Pinocho por una película de Disney; en aquel momento me interesaba más acercarme a las raíces del autor y eso hice. No dudéis en acercaros si visitáis una de las regiones más bellas del mundo.

En fin, y terminando, que me ha gustado mucho conocer al Pinocho original, que no nació para caer en gracia sino para dar ejemplo, y que tiene que tropezar mucho, muchísimo, hasta encontrar el camino correcto hacia el buen comportamiento, el trabajo duro, la generosidad y el amor profesado de corazón y no argumentado de boquilla. Resulta fácil imaginar a esos niños de hace 140 años con un periódico infantil en las manos leyendo sobre lo que puede pasarte si te escaqueas de ir al colegio o si te dejas engañar por un extraño... Pinocho lo pasa mal en este libro, muy mal (que en el siglo XIX no se andaban con chiquitas a la hora de moralizar a los niños), así que más de uno se guardaría muy mucho de hacer pellas por muy fuerte que fuese la tentación... y por lo que pudiera pasar.
Enlace: https://inquilinasnetherfiel..
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