Leer a Colette siempre es un gusto, su prosa es posiblemente la que se parece más a una caricia: delicada, suave, intimista i en este libro, además, con olor a brisa marina. Un pequeño placer que te lleva a la playa i al verano, aunque sea otoño, para espiar desde las rocas el desasosiego que provoca el amor, cambiante, desmesurado y descontrolado a los dos protagonistas. |