—Toda mi vida ha estado al servicio de Dios. —Me miró a los ojos—. No sé quién soy sin mi fe.
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—Toda mi vida ha estado al servicio de Dios. —Me miró a los ojos—. No sé quién soy sin mi fe.
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—Eres muy vanidoso. —No, soy sincero. Estoy bueno, joder, estoy muy bueno, y lo sé. ¿Por qué mentir? Entrecerré los ojos. —Le das demasiada importancia a la belleza. Ky carraspeó y me señaló. —Dijo la supermodelo. —La belleza no significa nada para mí, créeme —respondí, ofendida. |
Creo que el amor es amor, sin importar los defectos o la creencia de la persona a la que le des tu corazón. Todos estamos enamorados de alguna manera, Lilah, ninguno de nosotros es perfecto, pero sentir el amor incondicional de alguien, es lo que importa al final.
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Quería que me abrazaran y me quisieran por primera vez en mi vida.
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—¡Tus palabras son las falsas! ¡Míranos! Lo que el profeta David y los ancianos nos dijeron era cierto. Mira mi cara. —Se señaló los moratones e hizo una mueca al tocarse la mejilla hinchada—. Esto lo hizo un hombre que no pudo resistirse a mí. Un hombre que fue tentado y que me habría usado si no lo hubieran detenido. No puedo vivir así. Quiero ser libre, ¡quiero salvarme! Deseo la salvación. He visto suficientes pruebas de nuestra maldición en los hombres para saber que el profeta no mentía. No estoy corrompida, soy el mal, ¡igual que tú!
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—¿Y bien? ¿Quieres vivir con un alma condenada o quieres ascender al reino de Dios? ¿Quieres liberarte de tu maldición de tentadora? Gemí y asentí. Era la verdad. Lo que más quería era ser salvada, quería un hombre que me amase por mí y no por mi apariencia. Sentí esperanza al acordarme de mi mayor deseo, que Ky me amase por quien era, no por mi pelo, mis labios ni mis ojos. Que me amase sin estar bajo mi hechizo. —Sí —susurré—. Deseo salvar mi alma del mal. |
—No ha sido solo por ti. Los hombres siempre me han deseado por mi cara y mi cuerpo. Me han violado desde que era una niña. Cada vez que me tocaban, me decían que era por culpa de mi belleza, que era un pecado y obra del mal. Los hombres me tocaban y me violaban porque no se resistían. El hermano Noah se hizo cargo de mis enseñanzas cuando era una niña porque así me salvaría.
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—Ya no mira a otras mujeres, aunque ellas lo desean con lujuria. Solo te mira a ti. Solo te ve a ti. Solo te sonríe a ti, como si fueras la estrella más brillante del firmamento e hicieras desaparecer a todas las demás.
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—Esta noche me habéis hecho sentir como a una igual, Ky. Como si fuera una mujer de valía.
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Me sentí fatal al verla tan cohibida, pero cada vez que parecía avanzar y alejarse de las gilipolleces del profeta de mierda, hacía algo que me provocaba ganas de arrancar cabezas, me cabreaba y la asustaba. Cada vez que dábamos un paso hacia delante, luego venían dos hacia atrás. La secta de los cojones le había lavado el cerebro a conciencia. |
Gregorio Samsa es un ...