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Javier Calvo (Traductor)
ISBN : 8417375007
276 páginas
Editorial: De Conatus (07/02/2018)

Calificación promedio : 4.5/5 (sobre 2 calificaciones)
Resumen:

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Críticas, Reseñas y Opiniones (2) Añadir una crítica
Hefesto
 15 December 2020
Cuando nos criamos dentro del sistema tendemos a venerarlo casi como a un dios. Un ente divino y protector que nos dispensa orden y justicia. Pero con el tiempo esa visión puede cambiar. A veces, ese poder superior carente de rostro nos obliga (por amor a la bandera y a nuestros conciudadanos, y en pos del “bien común”), a desempeñar tareas que nunca habríamos realizado por propia voluntad. Tal vez sea ese el momento en el que comprendamos la verdadera naturaleza del dios-estado, y reconozcamos en él a un tirano que nos convierte en herramientas despiadadas y prescindibles.

Yoav y Uri, dos jóvenes israelíes, descubrieron esa verdad durante su servicio militar en Gaza. Incapaces de olvidar cada puerta derribada, cada disparo, cada familia deshecha, y cada muerte, encuentran imposible reincorporarse a la vida civil dentro de un país que ya no pueden ver de la misma forma que antes de ser reclutados. Así que Yoav parte a Nueva York en busca de una sociedad más justa y libre, donde la tradición no se sienta omnipresente y pueda empezar de cero. David King, su exitoso tío propietario de una empresa de mudanzas y depósitos, le ofrecerá trabajo y un techo, así que pronto conseguirá que Uri, el amigo que tantas veces le salvó la vida, le acompañe.

Joshua Cohen, máximo exponente de la narrativa judía-norteamericana actual, ha escrito una novela desgarradora en la que sus protagonistas van resquebrajándose lentamente al ir comprendiendo que han dejado de ser soldados de un ejército, para convertirse en el brazo ejecutor que el capitalismo emplea contra los más desfavorecidos. Y es que poco a poco, casi inadvertidamente, va estableciendo paralelismos entre la política de ocupación israelí y la voracidad inmisericorde de un sistema en el que todo es sustituible, desechable, y donde nadie está a salvo. Ni siquiera aquellos que han triunfado por sus propios medios, como David, pueden llegar a ser algo más que unos advenedizos entre quienes realmente mueven los hilos.

Desarraigo, soledad, remordimiento... todos los personajes de esta novela han sido derrotados por la vida. Todos. Desde el dueño de mudanzas King, un náufrago en cada faceta de su vida vida personal, hasta el último hombre expulsado de su hogar y dispuesto a cualquier cosa fruto de la desesperación.

En Nueva York no es necesario que se declare una guerra para asistir a escenas repletas de violencia e inhumanidad. Ni tampoco un enemigo declarado para que cada grupo étnico mire con desprecio al resto. al igual que en Gaza, quien se siente fuerte abusa del débil sin pensar que algún día el sistema-dios podría masticarlo y escupirlo, podría reemplazarlo y situarlo en ese mismo lugar.

Subíos al camión de mudanzas. Escuchad las conversaciones de los operarios que se preparan para un desahucio, pero no les juzguéis. Simplemente escuchad. Cohen os destrozará y os quitará la esperanza. Puede que incluso os haga sentir mal. Pero un tiempo después notaréis que la huella que ha dejado en vosotros crece. Y le estaréis agradecidos.
Enlace: https://elyunquedehefesto.bl..
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Roseta
 02 December 2019
Hay una mañana en la que te levantas y parece que la vida ha cambiado para siempre. Dejas atrás todo lo que fuiste y te engañas creyendo que nada volverá, que el pasado se queda atrás y que lo que viene será mejor, nuevo. Te trasladas a otro país, abandonas Gaza, olvidas la ocupación y coges un avión para que tu estratagema surta efecto; arrastras a tu compañero soldado, ese que te salvó la vida no sabes cuántas veces; le ofreces la misma oportunidad que quieres para ti. Dejemos atrás lo vivido. Miremos hacia adelante. Volemos a Nueva York, la ciudad de los sueños. Nunca más volverás a entrar en una casa y echarás de allí a sus ocupantes; nunca más habrá abusos ni violaciones; nunca más vaciarás un hogar que no es el tuyo. Para ello echas mano (o echan mano) de tu familia. Tu tío tiene una empresa de mudanzas en la que podéis trabajar, ganar dinero, tener una casa (si conservas el trabajo), una familia, y si os lo permiten, hasta un futuro.
En esa dicotomía pasado-futuro se nos presentan los tres personajes de Los reyes de la mudanza, de Joshua Cohen. David, Yoav y Uri tienen en común trabajar en una empresa de mudanzas. David es el jefe y Yoav y Uri sus trabajadores. Un triángulo equilátero en el que abajo están los soldados; arriba, David King. Pero si trazas una línea entre cualquiera de sus puntos, hay un lugar en el que convergen, un lugar en el que los tres se convierten en “perdedores”. Hacerlo les convierte, también, en humanos, en personas con las que aprendes a mirar; a ver algo que no te enseñaron en la escuela. Porque aceptamos lo subversivo y encumbramos a aquellos que lo subvierten. La desigualdad y la exclusión no son cosas de barrios lejanos, están a tu lado. Y para ellos siempre hay un sitio, porque no son la “mayoría”. Si les pusieron una etiqueta, será suya para siempre; no se la podrás quitar, aunque sea lo único que deseen.
Brillante novela la de Joshua Cohen en la que la política de ocupación israelí se entremezcla con la aceptación de una sociedad capitalista que todo lo derrumba. Puedes pasar por este libro con una lectura ligera, si es lo que quieres, pero te recomiendo otra forma: una lectura detenida de cada una de sus líneas, de cada una de sus frases, porque te romperás por dentro. Te tocará. Y eso es la literatura, la buena literatura. No hay ni una sola página en toda la novela en la que no haya que leer entre líneas. No hay nada dicho, no hay nada explícito, aunque todo está contado. Diálogos en lo que no se dialoga, pero se dice todo, descripciones que te llevan a un mundo en el que no pensaste que se podía estar, frases que te calan hasta en lo más hondo y te enseñan a ver que hubo alguien que decidió que tocaba entrar, matar y desahuciar, aunque a ti no te dieron la oportunidad de elegir…

De vez en cuando había una incursión a medianoche en una aldea, solamente para animarla un poco. En busca de alguien. O de nadie […] Sacar las puertas e ir de habitación en habitación. Meter a una familia en la cocina y después subir al piso de arriba para saquear los armarios y desmontar las camas tornillo a tornillo. (Gaza)
El plan era sacar las cosas del sótano antes que las del piso de arriba, donde no habría más luz que la del sol que quedara. (Nueva York)

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Las críticas de la prensa (1)
ElPais21 March 2018
La fotografía movida de un mundo infeliz que ha hecho Joshua Cohen en 'Los reyes de la mudanza' es conmovedora, y plasma poderosas imágenes, pero ya la hemos visto.
Leer la crítica en el sitio web: ElPais
Citas y frases (4) Añadir cita
RosetaRoseta23 November 2019
-¿De qué se tienen que preocupar, Tam?
-De lo que sea, de cómo tratamos a nuestras minorías. De cómo te ganas la vida tú, requisando cosas. De lo que estoy viviendo yo aquí, con mi rehabilitación.
-Por lo menos en América cuando pierdes la casa, la puedes recuperar de manos del banco. En Israel la pierdes por culpa de los cohetes.
-La gente de mi edad ya está cansada de todo, o de que te tenga que importar todo. Los lobbys. El dinero que ganan. Las muertes
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RosetaRoseta28 November 2019
El primer correo electrónico le había llegado a David en otoño, justo después de su regreso de Israel, cuando se habían caído las Torres Gemelas: Dina le había escrito para ver cómo estaba y le había transmitido una ráfaga de pésames matizada solo un poco por la presuntuosa sugerencia de que ahora los neoyorquinos estaban experimentando aquello a lo que los israelíes ya estaban acostumbrados desde tiempos inmemoriales.
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RosetaRoseta30 November 2019
Las fronteras se encogían, se expandían y no paraban de ser movidas, hasta que te veías atrapado entre donde había estado la de ayer y donde estaría la de mañana; hasta que tú mismo te volvías la frontera, cavada en la arena del arcén de unas carreteras interrumpidas por barras de acero y embrolladas con alambre de púas.
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RosetaRoseta30 November 2019
El ejército era una familia, los oficiales eran padres y los soldados sus hijos: recibían instrucciones, no explicaciones, la táctica y no la estrategia, y la única forma de sobrevivir a aquel régimen era dejar de buscar su significado y limitarse a someterse, a subordinarse... a rendirse.
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