Las ocho montañas

Lo primero que quiero destacar de esta novela es la fantasiosa bruma que crea la portada, una imagen que llamó mi atención para hacerme con ella, y que comprendes llevando solo la mitad de la historia. Desde luego, a mí no me va salir tan bien utilizar un lenguaje poético como el de Paolo para describir lo que he sentido durante la lectura. Su pluma es absorbente, y exquisita. Es buena. Paolo escribe muy bien. Y te llena con su mundo. Prácticamente he devorado las 239 páginas de una historia intrínseca, con despedidas que realmente no lo son, y eterna en cierto punto, como las montañas. Tiene un lenguaje algo complejo, porque maneja vocabulario de la naturaleza y las montañas, y a veces, si no estás muy puesto en el tema, puede hacerse difícil de imaginar. Lo que pasa que al final te acostumbras y entiendes dónde está cada persona en cada momento, porque Paolo lo hace fácil. Hace fácil esa invitación a la libertad, la curiosidad por lo salvaje. La calma. Es una lectura que inspira calma. Yo me quedo con la sensación de haberla leído demasiado rápido, así que es posible que se convierta en una segunda lectura con el tiempo. ¿Qué más? La evolución de dos relaciones paternales, la amistad de Bruno y Pietro. Dos amigos y sus padres, unidos en una batalla sin daños morales por sobrevivir y entenderse.

El final, arrollador. Yo, al menos, he intentado llegar al nivel.