Ready player one

por más aterrador y doloroso que pueda ser (el mundo real), también es el único lugar donde puede encontrarse la verdadera felicidad. Porque la realidad es real.

Estoy enamorado de tu mente…, de la persona que eres. El envoltorio no me importa lo más mínimo.

Sentí el impulso irrefrenable de besarla. Que fuera o no una simulación, no me importaba.

… con el paso de los meses había llegado a verlo como lo que era: Un artilugio muy sofisticado con el que engañar mis sentidos y que me permitía vivir en un mundo irreal. Cada uno de sus componentes era un barrote más de la celda donde me había encerrado a voluntad.

Si me sentía deprimido, impotente ante mi mala suerte en la vida, lo único que debía hacer era darle al botón de Player One y mis preocupaciones desaparecían al momento, al tiempo que mi mente se concentraba en la matanza incesante y pixelada que tenía lugar en la pantalla, delante de mí.

A medida que la era de las fuentes de energía baratas y abundantes llegaba a su fin, la pobreza y las turbulencias sociales se extendían como virus.

Me sentía como un preso en una de aquellas películas viejas de cárceles, que regresa a su celda todas las noches para seguir cavando un túnel en los muros con una cucharilla de café.

Lo mejor de todo era que, en Oasis, nadie sabía si era gordo, si tenía acné o si llevaba la misma ropa vieja todas las semanas. Los gamberros no podían lanzarme bolas de papel con saliva, ni tirar de la goma de mis calzoncillos hasta que me llegaban a la cabeza, ni patearme contra el aparcamiento de bicicletas. Allí nadie podía tocarme siquiera. Allí estaba a salvo.

Nadie en el mundo obtiene lo que quiere y eso es hermoso.

Me sentía como un niño sin monedas delante de la mejor máquina de marcianitos del mundo, incapaz de hacer nada que no fuera pasearme por allí y ver jugar a los demás.