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Crítica de Inquilinas_Netherfield


Inquilinas_Netherfield
29 February 2020
Año nuevo, lecturas nuevas para mi reto de leer cronológicamente la obra de Agatha Christie (mi vida es un reto literario xD). Tras el fiasco que supuso Los cuatro grandes las cosas solo podían ir a mejor y, aunque se sigue notando que Agatha no estaba en su mejor momento (hacía poco más de un año que había protagonizado su famosa desaparición, se acababa de divorciar de Archibald y estaba pasando una temporada en Canarias... estancia sobre la que, ya que rizamos el rizo, habla otro libro que os traje hace ya un tiempo, Agatha escribía con sangre), ya estamos ante una Christie más reconocible y una historia no perfecta, pero sí muy entretenida.

La novela empieza un poco dispersa... que si un capítulo donde se narra la compra clandestina de un collar de rubíes robado (supuestamente perteneciente a Catalina la Grande), que si otro capítulo donde un tal marqués disfrazado con un antifaz visita a un anticuario con nombre griego... no sabes muy bien por donde van los tiros ni qué te quiere contar Agatha. al tercer capítulo, cuando se descubre al nuevo dueño del collar, el multimillonario Rufus van Aldin, y que ese collar es un regalo para su hija, Ruth Kettering, empezamos a despejar dudas... hasta que se abre otra vía que no tiene nada que ver y aparece una tal Catalina Grey, que acaba de heredar una sustanciosa fortuna legada por la anciana para la que ha trabajado como dama de compañía durante más de una década. A todo esto hay que sumar a Derek, el marido de Ruth, que tiene una amante bailarina; al propio amante de Ruth, que también pasaba por allí; a Knighton, el secretario de Rufus van Aldin; a una prima lejana (o algo así) de Catalina Grey que vive en la Riviera y que también aparece por sorpresa sin venir a cuento a partir de un capítulo... Muchos personajes, como siempre, pero esparcidos por distintas partes de Europa y presentados un tanto erráticamente, la verdad.

Y vosotros diréis, ¿pero qué tiene que ver esto con el tren azul del título? Pues ese tren es el tren de los ricos (por así decirlo) que parte desde Calais rumbo a la Riviera. Y a ese tren se suben una rica por familia (Ruth) y una rica por herencia (Catalina). Se conocen en el tren, entablan una extraña conversación y Ruth aparece más tarde muerta con la cara desfigurada. ¿El collar de rubíes? ¡Desaparecido, obviously! ¿Sabéis quién más viaja en ese tren? Mon dieu, Hercule Poirot! Está retirado, pero ya sabemos todos que le gusta mucho el parné y cuando le contratan para investigar el asesinato, no se lo piensa dos veces. La investigación tiene lugar en la propia Riviera, no a bordo del tren, y todos los personajes nombrados arriba, entre otros, formarán parte del entramado sospechoso en el que Poirot, una vez más, se autodenomina mejor detective del mundo y persigue al culpable cual terrier tras su presa.

Bueno, ya tenemos aquí otra edición de Molino repleta de Carlitos, Jorges, Juanitos y horrores varios :). Y ya tenemos aquí también un misterio Christie como está mandado, con sus tropecientos sospechosos, diversas líneas de investigación, cambios constantes de suspicacias, móviles para el asesinato para dar y vender y un detective infalible y perfecto como su bigote, Hercule Poirot, hablando siempre a medias, llevando siempre la contraria sin decir nada claro y lanzando dudas y pensamientos al aire sin explicaar un carajo porque, bueno, ya sabemos cómo disfruta quedando por encima de los demás. No tenemos a Hastings en esta historia, y tampoco tiene un companion que le supla como en otros libros, aunque sí tiene un criado circunspecto al que no le sorprende nada de lo que diga o haga su excéntrico patrón y disfruta de sus momentos de gloria cuando saca a relucir la flema británica. Es decir, que en El misterio del tren azul ya tenemos lo que buscamos en un libro de Agatha Christie, ni más ni menos.

Aun así, os decía arriba que no es una historia perfecta, y es que la propia Agatha reconoció que escribió el libro sin demasiadas ganas y de correprisas porque tenía que pagar muchas deudas. Esa falta de interés por la historia o por lo que estaba escribiendo se percibe en detalles aquí y allá, como un chispazo ¿sobrenatural? que aparece por ahí sin mucho sentido (o al menos a mí me sorprendió mucho, no le pega nada), en pistas determinantes para resolver el caso que se saca de la manga al final (o que se las guarda hasta el final, que tanto monta... cosa que Agatha no suele hacer y resulta evidente en las relecturas: siempre deja miguitas de pan) y un Poirot con unas escenas a veces extrañas en cuanto a carácter (o poco habituales en él, que para el caso es lo mismo). Son detalles que no molestan, y aun a pesar de escribir el libro en piloto automático, su esencia y su estilo están ahí, algo que en el libro anterior brillaba por su ausencia. Y a mí con eso me vale.

En definitiva, y no sé si será por lo espantoso que me pareció el anterior, que a este le he perdonado esas cosillas que os comento arriba y lo he disfrutado. No es de sus mejores novelas, obviamente, pero es entretenida, cumple su función, Poirot sigue enamorado de sí mismo y... ¡ah, se me olvidaba! ¡Aparece por primera vez el pueblecito de St. Mary Mead en una novela de la Christie! ¿De qué os suena St. Mary Mead? Pues de ser el santo lugar en el que vive cierta señora de mediana edad un poco entrometida y con mucha suerte para toparse asesinatos por donde quiera que va. Miss Marple dicen que se llama. La Christie en horas bajas, sí, pero no daba puntada sin hilo :)

El siguiente es El misterio de las siete esferas, donde reaparece el superintendente Battle, al que conocimos en El secreto de Chimneys. Tengo ganas de reencontrarme con él, es de los investigadores de esta autora que más perdidos tengo.
Enlace: https://inquilinasnetherfiel..
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