Sí, amaba a Raymond Boynton. Era como san Jorge y el dragón, pero al revés. Era ella quien tenía que rescatarlo y Raymond quien se hallaba encadenado.
|
Sí, amaba a Raymond Boynton. Era como san Jorge y el dragón, pero al revés. Era ella quien tenía que rescatarlo y Raymond quien se hallaba encadenado.
|
¿No ves que es necesario matarla? Era curioso que un detective como Poirot escuchara estas palabras en su primera noche en Jerusalem. ¡Indudablemente, dondequiera que voy, siempre algo me recuerda el crimen! - murmuró para sí mismo. Su sonrisa se acentuó al recordar una historia que le habían contado sobre Anthony Trollope, el novelista. Trollope cruzaba el Atlántico cuando oyó a dos pasajeros discutir sobre la última entrega de una de sus novelas. -Está muy bien - decía uno de los que hablaban - pero debería matar a esa vieja insoportable. |
Es bonito que cualquier ser humano haga cosas positivas. No importa que sea hombre o mujer. ¿Por qué debería importar?
|
¡Si no fuera por la civilización no existiría una señora Boynton! ¡En una tribu salvaje probablemente la habrían matado y se la habrían comido hace años!
|
Un hombre tiene el dominio de su destino en sus propias manos.
|
Era lo bastante sensata para darse cuenta de que la mera atracción mutua no era base suficiente sobre la que levantar la felicidad de toda una vida.
|
¡La civilización es un disparate -pensó-, un auténtico disparate! Sin la civilización no habría una Mrs. Boynton. ¡En una tribu de salvajes probablemente la hubieran matado y se la hubieran comido hace años.
|
- ¿Le gusta Jerusalén? - La religión es muy extraña. - Comprendo lo que quiere decir. ¡Todas las sectas imaginables enzarzadas en luchas y disputas constantes! |
¿Cuántas novelas policíacas publicó Agatha Christie?