La vida corriente está presa en el entramado de cientos de telarañas y filamentos que te encierran en la vida doméstica de todos los días: cartas que escribir y facturas por pagar, quehaceres pendientes, amigos que visitar, fotografías por revelar, vestidos que coser, niñeras y criados que aplacar, comerciantes de quienes quejarse. La vida viajera, en cambio, tiene la esencia de un sueño. Es algo que está fuera de lo normal, pero en lo que estás metida. Está poblado de personajes a los que nunca has visto antes, y que con toda probabilidad no verás más. Te produce una cierta nostalgia y soledad, y anhelos de ver a alguna persona querida.
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