Diarios: A ratos perdidos 3 y 4

Nos lo dejó escrito Jorge Luis Borges, y a su máxima apelo para trazar una reseña a cuenta de los extraordinarios Diarios de Chirbes, 3 y 4. Dice Borges: “Dentro del orden aparente, subyace el desorden propio del ser humano”.
En Chirbes la máxima borgiana se cumplirá a rajatabla.

El autor comienza estos diarios de un modo harto interesante, acertadísimo, dirigirá nuestra mirada y atención, señalándonos una curiosidad en la que recaló en una de sus relecturas del Quijote.

Advierte Chirbes una consideración que para él, había permanecido oculta, el nada disimulado interés de Cervantes por mostrarnos a don Quijote como un ser torpe, desprovisto de inteligencia, de tino, de sentido de la oportunidad, capaz de provocar o agrandar cuitas y conflictos.

En las salidas primera y segunda de Don Quijote es donde afirma que Cervantes no parece mostrar grandes simpatías por su Quijote, ya que se muestra más interesado en desmontar y desacreditar los éxitos de las novelas caballerescas.

Quijote poco a poco irá cautivando, atrayendo y deslumbrando a Cervantes y de este modo, irá naciendo y surgirá el hidalgo extraordinario y héroe para cuantas batallas de justicia y honor haya que ganar o perder, así también, llegará el hidalgo enamorado, un ser singular, estelar, sorprendente, amando a Dulcinea y Dulcinea avivando el corazón del Quijote.

El amor de Don Quijote y Dulcinea, dotando de intemporalidad humana, la gigantesca obra de Cervantes, Don Quijote de la Mancha.

Me ha gustado tanto la aportación de Chirbes respecto a Cervantes en el Quijote, que reconozco en esta reseña, la profusión en esta entrada de los Diarios.

En esta segunda entrega, Chirbes no observa necesario, y además, no quiere contarnos cuantas cosas vayamos leyendo directamente como a viva voz, no desea a Chirbes diciendo sobre Chirbes, el escritor quiere salir hacia sus lectores atravesando todo el atrezzo que fue dictando su existencia, de este modo, el escritor se torna utilero, el capaz de ordenar cuanto elemento de carácter humano o material fue construyendo y configurando su vida, su orden y su desorden.

Así, de modo nada sutil se convierte en este “A ratos perdidos” en un autor implícito ya que se abrirá al lector utilizando sus juicios intelectuales, éticos y morales.
Podremos ver con facilidad a un autor implicado y desencantado pero no a partes iguales, el compromiso íntimo y personal de Chirbes por la justicia, la igualdad y la equidad permanecen y persisten a pesar de los rasguños y las heridas.

Los grandes pactos sociales se han roto, han sido sajados sin contemplación, sin disimulo ni respeto a la promesa de hermandad que parecía enmarcarlos.

Esos desgarros de carácter general y, podríamos añadir, universal, se sumarán a los de ámbito particular, dando paso a un desbaratamiento de cuantas ilusiones y promesas regaban los productivos huertos de la juventud.

Chirbes, desencantado, desesperanzado, siente el fracaso aspiracional, ético y moral como hundimiento y devastación, como depresión que abre la puerta y quiere atravesar su umbral.

Esos diarios, al igual que el tomo anterior, vienen precedidos por los escritos del autor en unos cuadernillos singulares, señalados por algunas de sus características en los que vierte con asiduidad pensamiento, análisis y sentir cotidiano.

Chirbes en 2005 (año en el que comienza a escribir los cuadernos) tiene 56 años, es muy joven todavía, pero se siente decrépito, gastado y achacoso, un viejo, en definitiva.
El paso del tiempo, los años que se amontonan vividos como rémora, sentidos como obstáculo, son un estorbo, una enorme dificultad para enfrentar la vida y sus desafíos.

Esa rémora, haciéndose presente además en lo material, en lo puramente crematístico (limitados, escasos medios económicos) llega a penetrar también en los espacios que abrazan lo intangible, lo invisible.
El desasosiego que tanto le abruma, y que le es imposible nombrar, pues para él, no tiene nombre.

El insomnio ya se ha cronificado y los duermevelas se ven asaltados por “la información” si es que queremos decirlo con Martin Amis.

Chirbes es un autor, un escritor, un hombre sugestivo, interesante, lúcido, potente y profundo, en continua pelea con él mismo en su ring interior, y sus Diarios, en general, tratarán de todo ello.

Los Diarios nos hablan del gran evocador que sabe, sobradamente, trazar líneas de enorme emotividad que fijan e iluminan sus recuerdos, y también los nuestros, repaso general de envergadura, que permanece apegado a nuestra vida, conformando carácter y visón que se añaden a la propia genética para mirar el mundo y preguntarle.

Rafael Chirles Magraner, se perfila en estos Diarios como un anfitrión, un pigmalión del saber, que acompañará nuestros despertares.

El autor nos dejará escritas sus filias y sus fobias.

Los países que más amó, los que fue rescatando para sobrevolar los demás y dejarlos en primer lugar, EE. UU, Alemania, Italia, Francia y sus icónicas amadas capitales, Nueva York, Berlín, Roma , París y sobre todas ellas, sobrevolándolas, París.

Nos llama desde el principio con voz firme, nos quiere despiertos, si es que dormitábamos, para abrirnos los libros imprescindibles, y que podamos anotar los escritores necesarios.

Nombraré a algunos de los autores que el escritor nos propone, y lo haré sin seguir ningún tipo de orden, ni siquiera respetaré el cronológico, porque de un modo u otro, sus enseñanzas son tan vigentes y necesarias que solo puedo verlos y sentirlos como contemporáneos.

Cervantes, Voltaire, Proust, Platón, Pérez Galdós, Séneca, Cicerón, Yourcenar, Baroja, Dumas, Clarín, Kafka, Edith Wharton, Dickens, Arcipreste de Hita, Baudelaire, Delibes, Martín Gaite, Verlaine, Balzac, Montaigne, Canetti, Stefan Zweig, Lucrecio, Diderot, Jünger, Poe, … y sumados a todos ellos, los que irán llegando después para formar esa cadena incesante que son los imprescindibles, insustituibles obras de la que dará suficiente cuenta Rafael Chirbes.

El autor se reconciliará consigo mismo y con el mundo que queda en el exterior, a través del poder, de la fuerza revolucionaria de la calidad, de lo sublime, de todo cuanto termina bien resuelto.

Estos Diarios, en realidad, toda su obra, dejan a la luz que Chirbes posee en Chirbes una alter ego indomable, al que no suele vencer la fatiga, postulándose como superior la fuerza de las artes, las artes que consiguen desplegarse para calmar el desasosiego y el miedo e inspirar la entrada al camino de la alegría y el goce.

Serán las artes, todas ellas como racimo de imprescindibles, lo que consiguen en el autor que se entregue a la belleza y al consenso de la armonía.

De esto, y de muchas cosas más, pues estamos hablando de Rafael Chirbes Magraner, van estos Diarios, en ellos la alegoría tiene un suelo tan fértil como la realidad.

Lectura intensa, sabia e imprescindible.