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Crítica de Babel


Babel
07 December 2020
Gestas épicas, familias enfrentadas, filosofía vanguardista y un ritmo pegadizo que me ha mantenido en vilo página tras página.

He de confesar que me abrumaba abordar las 920 páginas de este mastodonte histórico, pero la aventura propuesta por Marcos Chicot resulta sorprendentemente volátil de leer. Y eso a pesar de sus funestas intenciones. Ya en el título promete aniquilar al gran y nunca sobrevalorado Platón. No se queda en esos laureles, sin embargo. Vapulea a hombres y mujeres y todos sus sueños, grandiosos o de pura supervivencia, pasando por la codicia, el desamor, la envidia, el honor, el poder y la felicidad.

Sin salir de la Antigua Grecia y los años 300 y pico a. C., hacemos un recorrido por la angustia de una maternidad truncada, la gloria del campo de batalla, las inquinas de varones frustrados, la ley de sabios y democracia, y la sabiduría del heredero de Sócrates en su afán por crear líderes justos.

Yo me encariño con los personajes desde la primera página y hago de sus cuitas mis penas, por lo que he sufrido sin parar con estas marionetas de los veleidosos Hados. Aunque les llueven las desgracias y tragedias a la griega, se me aparecían como llamativamente estoicos, con la furiosa excepción del odioso Leónidas y el perdido Eurímaco. Por un lado, conocemos a Altea en un instante dramático de su vida. Discípula de Platón, mujer casada, hija y hermana, una mujer brillante y sensible que me ha roto el corazón nada más aparecer en escena. Cuánta maldad y falta de cariño le rodean. Su familia, compuesta por el roto Eurímaco y el tierno artesano de su padre, Perseo, es origen de intensas tribulaciones.

El nefasto buitre de la guerra planea sobre Atenas y Esparta desde el amenazante poderío militar de Tebas. Se notan el temor, la impotencia y la incredulidad que la inminencia del conflicto inflige a la atmósfera. Mientras lo impensable sucede a la invencible Esparta, se multiplican las conspiraciones políticas y los aires de cambio arrasan el Peloponeso. Entran en juego las figuras de Calícrates y Leónidas, dos hermanos que son antítesis de sus respectivas virtudes y objetivos. Odio, muerte y venganza les unen más que la sangre de sus malhadados progenitores. Con la terrorífica presencia del enorme guerrero Leónidas, he pasado bastantes malos momentos. Y qué complicadamente orgullosos son los espartanos. Además, he descubierto que entre ellos dominaban los Espartiatas, un término nuevo para mí.

No sería justa sin rendirle homenaje a Platón precisamente en un libro dedicado a su legado. Su personaje es capaz de transmitir las preocupaciones que le asaltaban sobre el valor de las ideas y el mejor vehículo para transmitirlas a dirigentes, jóvenes y mujeres, para influir en el progreso del futuro, de la sociedad en su conjunto y del gobierno sobre el pueblo en contra de la tiranía, con un admirable sentido de la modernidad en su aspiración de abarcar a la humanidad al completo. En todo momento, muestra las virtudes de la inteligencia, la paciencia, la compasión, la esperanza y la bondad.

Sin perderse en vericuetos obscuros ni pasar someramente por los conceptos, el autor ha logrado imbuir la trama del mensaje de la filosofía platónica. Podemos conocer al hombre, amigo de sus amigos, pensador y comprensivo, al tiempo que asistimos al florecimiento de la Academia, donde se disfruta de la impartición de sus clases interactivas y provocadoras como si fuéramos un alumno vestido con túnica y sandalias. Produce un efecto realista e invitador.

Se aprecia que el estilo narrativo del autor se ha depurado en una prosa sucinta y directa, huyendo de artificios. La lectura se hace fluida y te lleva sola. En parte, gracias a que alterna entre las secciones personales de las vivencias exclusivas a los protagonistas y las escenas bélicas y filosóficas, creando un balance certero entre lo humano y lo intelectual.

He disfrutado con los interludios en los que podía sumergirme en la vida cotidiana de la ciudad y sus habitantes, en concreto de las familias y sus dramas personales. Se rinde un homenaje a la gastronomía rica y deliciosa ateniense que me ha despertado las ganas de participar en un banquete con su posterior simposio. Lamentablemente, la paz duraba un suspiro y ya estaba yo sufriendo otra vez con las maldades y brutalidades de una esclava, un tirano, un general y un guerrero. Y la lista no termina ahí porque en el volumen de este libro caben infinidad de giros y los malos nunca duermen. A pesar de ello, he sentido ciertos tirones de empatía y compasión por Melisa y Calipo, quienes sufren tantas penalidades como las inspiran.

No me canso de reiterar la ingente cantidad de vicisitudes personales e históricas que pueblan esta magna obra. Tampoco me he cansado de leer ni una letra. Ése es el poder de la ficción bien narrada. Y bien enlazada con acontecimientos veraces que me han fascinado y horrorizado a la vez. La vida es un trozo de infierno al que no puedes dejar de contemplar. Revueltas, conspiraciones, guerras, todo aderezado por amores imposibles y tretas políticas e ideas iluminadoras y rencores viles y una tensión provocada por el temor a que los buenos sufran bajo injusticias inacabables. El trepidante entramado no ha cesado de sorprenderme y acongojarme con tantos giros virulentos del destino. Imagino que los aficionados a esta época histórica no habrán sido objeto de tantos sobresaltos como yo puesto que ya estarían sobre aviso, pero Siracusa ha sido fuente de diversas penas para mí. Los dramas románticos, en cambio, me han enternecido profundamente.

Llegar al final de 920 páginas de traiciones, pérdidas y asombrosas hazañas bélicas ha sido una proeza en sí misma. Este cruce entre tragedia griega y drama de Shakespeare me ha dejado sin resuello, aunque con una agridulce sabiduría tras comprender el significado del título justo en las últimas páginas...
Enlace: https://torretadebabel.blogs..
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