(…) Aquel hombre parecía un salto atrás a una época mucho menos civilizada: alguien que recurría a los instintos primitivos para sobrevivir, que usaba la fuerza, no las palabras, para convencer, y que tumbaría a todos cuantos se interpusieran en su camino… Y, sin embargo, le agradaba su olor, el poderío que irradiaba, su firme mirada de un verde de hoja perenne. Le gustaría tener a un hombre así al lado en un momento de crisis. Y en particular le agradaba su modo de comportarse.
Sobre todo cuando estaba muerto de miedo.