Azufre

✒️ Era niño y cuaresma cuando escuché que el demonio huele a azufre. Aprendí que el sulfhídrico a huevos podridos cuando usaba vaqueros de adolescente. Mostré de adulto la columna de la mezquita que suponemos de azufre y desprende su olor con un encendedor.
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A de azufre, de atmósfera teatral. “1967. Interior. Sala de velación… en la que puede leerse la primera carta del apóstol San Pablo a los Telasalonicenses”. Salónica comienza con S, de sulfurum. Por la inicial de Saulo y de Satanás. Pepe Cervera sitúa su olor sobrevolando “hasta alcanzar incluso las últimas filas de la platea” en este cuento cuya puesta en escena se realizó en Málaga en el 2018.
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C de conexiones y conversaciones. de lecturas, de ediciones, de la roja luna de sangre, … de “per aspera ad astra”, por las rudezas del camino hacia las estrellas, hacia el firmamento de las publicaciones, entre charlas de dos parejas amigas, que extasiados observan el firmamento como podían hablar de la asexualidad de los ángeles, ….
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K de kilómetros y kilómetros para un reencuentro familiar. Los lentos preparativos para algo tan anómalo como vestirse diferente que todos los días. Ardua tarea de elegir una camisa entre dos. Volver a ver a tus amigos del servicio militar cuando lo que te interesa seguir el rastro de una paloma posada en tu ventana. Un hijo, una hija, una nieta,… un caro reloj obsequiado.
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R de rastros. Abuelos en la misma ciudad que jamás han cruzado media palabra con su nieto durante sus once años, que no han vivido sus accidentes cotidianos, no lo han visto crecer, ni convertirse en adolescente… hasta que un día se tratan como si nada hubiera sucedido ni el tiempo se les hubiera escapado.
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Y la R de la ruta del bacalao de los ochenta en “A propósito de las jóvenes ideas”. Podía ser la M de milagro de los que sobrevivieron.
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Certeras narraciones, recogidas por @treshermanas, de como sostenemos nuestras vidas. Con alfileres y pespuntes, hubiera dicho mi madre.

Azufre
Pepe Cervera
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Libro de relatos conmovedores y poderosos sobre las relaciones familiares -especialmente paternofiliales- y de amistad que te harán reflexionar sobre los recuerdos escondidos tras el vacío emocional de la edad adulta.
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Siete cuentos en los que observamos impávidos la figura del padre, su autoridad, su habilidad, sus costumbres … y es a través de su imagen que nos deslizamos a contraluz, como una fotografía velada, entre las páginas de la obra para comprender quién somos y qué nos ha formado como adultos, influyendo en nuestros comportamientos, elecciones y amistades.
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Narrados en primera persona, con una extensión variable, usa un lenguaje inteligente, poético y cercano. El ritmo es fluido y adictivo, adentrándonos en rutinas familiares que escarban entre los recuerdos y la visión externa de los mismos, para analizarlos y convertirlos en una terapia prodigiosa que transmite y contagia al lector para hacerla suya. Cada uno de los relatos se presenta con una especie de prólogo, escrito en una tipografía diferente, que recomiendo leer antes y después porque aporta rotundidad a la reflexión. Todo ellos están escritos en prosa, salvo uno de los cuentos, en estilo teatral, y otro que incluyen emails.
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“Soy afortunado porque tengo los libros, los que leo y los que escribo. Esa es mi terapia, dice, me permite hacer frente a los fantasmas, ahuyentarlos. Y puede que tenga razón. Sí, no va muy desencaminada la idea de que yo escrito para sacarme del pecho todo lo que duele, todo lo que me impide respirar. “
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Muy recomendable para lectores que deseen reflexionar sobre el paso del tiempo, haciendo un paseo generacional a través de los recuerdos con olor a azufre.
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Lo cierto es que los siete relatos de esta colección son muy distintos entre sí, aunque si se leen con la atención debida, es posible encontrar un sutil nexo de unión entre ellos.

Rastros es el primero de los textos de Azufre (2021). En él encontramos una reflexión un tanto triste y resignada acerca de la vejez, el matrimonio y las relaciones entre padres e hijos. No parece difícil sentirse identificado con algunas de las ideas y sentimientos de los personajes que se asoman a esta historia, escrita por cierto con una maravillosa y nostálgica delicadeza:

“Porque hace frío en el recuerdo. Siempre hace frío en el recuerdo. ¿A qué viene, entonces, ese empeño en visitarlo?”

Azufre, el segundo relato que por cierto da nombre a la colección, es casi una pieza teatral. Y los protagonistas, nada menos que Chet Baker y su padre, el también músico Chesney Henry Baker. Ignoro si lo que se explica en él está basado en sus biografías, pero sí puedo decir que el breve diálogo entre ambos es intenso y deja huella en el lector.

Chet Baker, protagonista del relato que da nombre al libro de Pepe Cervera
Más que un relato, Así sea es más bien un slice of life, una fugaz mirada furtiva a una familia celebrando las Navidades en la época del presidente Kennedy. Apenas un par de páginas, pero llenas de sensaciones. Y así llegamos a Kilómetros y kilómetros, otra desasosegante narración que aborda de nuevo las relaciones entre padres e hijos. No hay ningún ánimo en el texto de sentar cátedra o extraer conclusiones. A veces las cosas son así, no como uno quiere que sean.

Los acuchilladores es un cuento aún más sintético que el de Así sea. Me atrevo a decir que es la narración de un instante, aunque precedida de una elaborada ambientación histórica. En el siguiente relato, Conexiones, asistimos entre otras cosas a un diálogo epistolar (los e-mails son sólo un nuevo medio para este viejo género) entre el autor y Lola. En él, ella le hace saber su valoración sobre dos relatos que aparecen en el propio libro. ¡Me sorprendió comprobar que nuestras impresiones coincidían casi al milímetro!

Sin embargo, en mi humilde opinión, el mejor de los cuentos de Azufre es el último: A propósito de las jóvenes ideas. Es la vieja historia de la rebeldía adolescente, la edad de los prodigios y de las dudas, explicada desde la perspectiva de un chico de 14 años en la ciudad de Valencia a principios de los 80. Y desde allí, el descubrimiento de la música, el amor, la literatura. La época donde se forjan los mitos de la vida posterior.
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